La diabetes mellitus tipo 2 (DM2) se ha identificado como una condición de alto riesgo para enfermedades cardiovasculares ateroscleróticas (ECVA). Los pacientes con DM2 presentan una mortalidad por ECVA tres veces mayor que la población general, debido a la hiperglucemia y la frecuente coexistencia de factores de riesgo cardiovascular, como la dislipidemia aterogénica.
La clasificación actual del riesgo cardiovascular en pacientes diabéticos divide a los individuos en tres categorías: moderado, alto y muy alto. Según las guías existentes, los objetivos del control de la dislipidemia varían dependiendo de la clasificación de riesgo. Para los pacientes con riesgo moderado o intermedio, se recomienda una intervención menos intensiva, con metas de c-LDL <100 mg/dL y c-no-HDL <130 mg/dL. Además, se sugiere esperar 10 años hasta que el paciente alcance la categoría de alto riesgo, momento en el cual se iniciaría un tratamiento más intensivo.
Sin embargo, esta estrategia de espera plantea un problema, ya que durante los años previos al inicio de un tratamiento más intensivo, los depósitos de colesterol en las arterias continúan aumentando, favoreciendo el desarrollo de placas de ateroma inestables e inflamatorias. Estas placas pueden contribuir al aumento del riesgo de eventos cardiovasculares. Por esta razón, algunos expertos proponen adoptar una postura más agresiva desde el inicio, considerando a todos los pacientes diabéticos como de alto riesgo y estableciendo como objetivo un c-LDL <70 mg/dL. De esta manera, se buscaría reducir y estabilizar las placas de ateroma desde el principio, lo que podría prevenir o disminuir los episodios de mortalidad por ECVA.
La enfermedad cardiovascular arteriosclerótica isquémica (ECVA) es la principal causa de muerte en el mundo, y la diabetes tipo 2 se ha convertido en un importante factor de riesgo cardiovascular. Los pacientes con DM2 tienen una mortalidad cardiovascular tres veces mayor que la de la población general. Esta alta prevalencia se debe a la hiperglucemia crónica, las alteraciones metabólicas y la frecuente asociación con otros factores de riesgo como la dislipidemia aterogénica. La dislipidemia diabética se caracteriza por niveles elevados de colesterol LDL y lipoproteínas ricas en triglicéridos, que contribuyen al desarrollo de aterosclerosis.
La estrategia de intervención en pacientes con DM2 y riesgo cardiovascular moderado debe ser reevaluada, ya que la espera de una década para iniciar un tratamiento intensivo podría no ser la opción más adecuada. Mantener objetivos más estrictos desde el principio podría ser beneficioso para la prevención de eventos cardiovasculares graves y la estabilización de las placas de ateroma.
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