Los nuevos hallazgos de una revisión Cochrane sugieren que la insulina humana puede almacenarse sin refrigerar durante más tiempo de lo que se pensaba.
La revisión incluyó 17 estudios, además de datos no publicados de los principales fabricantes de insulina. Los resultados sugieren que los viales y cartuchos de insulina humana de acción corta e intermedia, así como las jeringas de plástico precargadas, pueden almacenarse sin abrir a temperaturas de hasta 25°C durante un máximo de 6 meses y hasta 37°C durante un máximo de 2 meses, sin que la potencia de la insulina se vea afectada de manera clínicamente relevante.
Aunque algunos estudios detectaron pequeñas disminuciones en la potencia a temperaturas más altas o en exposiciones más prolongadas, la mayoría no encontró ninguna pérdida significativa. Estos resultados contradicen las guías actuales, que recomiendan almacenar la insulina sin abrir entre 2°C y 8°C (lo que requiere refrigeración). Una vez abierta, la insulina debe guardarse a temperatura ambiente y utilizarse en un plazo de 4 a 6 semanas, dependiendo de la marca y del tipo de insulina.
Sin embargo, no existe consenso sobre cómo almacenar la insulina en regiones donde la refrigeración es limitada, como países de bajos ingresos, zonas de calor extremo o áreas de conflicto o desastres naturales. Estos entornos albergan un creciente número de personas con diabetes, lo que subraya la importancia de estos hallazgos para mejorar el manejo de la diabetes en condiciones adversas.
La revisión también mostró que las fluctuaciones de temperatura típicas de los países tropicales, entre 25°C y 37°C, no afectan clínicamente la actividad de la insulina durante un período de hasta 3 meses. Este dato es relevante tanto para la insulina humana de acción corta, intermedia o mixta, lo que podría ampliar las posibilidades de almacenamiento en regiones con condiciones climáticas extremas.
“Nuestro estudio abre nuevas posibilidades para las personas que viven en entornos desafiantes, donde el acceso a la refrigeración es limitado”, comentó Bernd Richter, MD, autor principal del estudio y miembro del Instituto de Práctica General de la Facultad de Medicina de la Universidad Heinrich-Heine, Düsseldorf, Alemania. “Al comprender la estabilidad térmica de la insulina y explorar soluciones de almacenamiento innovadoras, podemos tener un impacto significativo en las vidas de aquellos que dependen de la insulina para su bienestar.”
Además, un estudio piloto pequeño mostró que la insulina humana almacenada en una olla de barro sin esmaltar, con temperaturas entre 25°C y 27°C, no provocó diferencias en la reducción de glucosa plasmática en comparación con la insulina refrigerada. Este estudio incluyó a ocho voluntarios sanos y sugiere que métodos de enfriamiento simples, como el uso de ollas de barro, pueden ayudar a mantener la insulina en buen estado en regiones con altas temperaturas.
Leonardo Scapozza, PhD, de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de Ginebra, Suiza, comentó para Medscape que estos resultados coinciden con su propio estudio publicado en 2021. Según él, “Hemos realizado un estudio a pequeña escala analizando la insulina que regresa del campo y demostrando que la potencia y la estabilidad de la insulina se conservan”. Aunque no es posible realizar un ensayo clínico extenso y controlado debido a implicaciones éticas, Scapozza destacó que un estudio más amplio, en el que los pacientes monitoreen sus condiciones de almacenamiento, podría aportar más evidencia.
Scapozza añadió que tras presentar sus datos a la organización Médicos Sin Fronteras, un colaborador con diabetes que había usado su insulina en condiciones de calor extremo le expresó su gratitud al descubrir la explicación científica detrás de su tratamiento exitoso, incluso sin refrigeración constante.
Aunque en los países de ingresos altos este problema es menos frecuente, los hallazgos son útiles para personas que dejan accidentalmente su insulina fuera del refrigerador o que viajan con insulina de respaldo. Si bien la revisión Cochrane no incluyó los análogos de insulina (más usados en países desarrollados), el estudio de Scapozza incluyó estos análogos y observó la misma estabilidad.
En conclusión, los hallazgos sugieren un almacenamiento más flexible de la insulina y podrían reducir costos, especialmente en entornos donde la refrigeración es un lujo. Esto representa un paso hacia un uso más eficiente de la insulina disponible, un recurso cuya demanda sigue aumentando.
Fuente: https://www.medscape.com/viewarticle/998016?_gl=1jhpchc_gcl_au*MTk5MjM1Njk1Mi4xNzM2OTY1NDk0