La psoriasis pustulosa generalizada (PPG) es una rara enfermedad autoinmune crónica que no es contagiosa, caracterizada por episodios agudos de inflamación en la piel. Durante estas crisis, los pacientes presentan enrojecimiento severo, ardor y pústulas (pequeñas ampollas llenas de pus) en grandes áreas del cuerpo.
Además de las manifestaciones cutáneas, la PPG puede causar síntomas sistémicos graves, como dolor articular, lo que afecta la movilidad y la calidad de vida. Otros síntomas incluyen náuseas, debilidad muscular, fatiga extrema, malestar general, anorexia, temblores y fiebre. También pueden surgir complicaciones oculares como conjuntivitis, iritis y uveítis. En algunos casos, la PPG está asociada con artritis y osteomielitis, lo que indica que la enfermedad no se limita solo a la piel.
Es más común en mujeres (53%) mayores de 30 años, y el 65% de los pacientes con PPG también tienen psoriasis vulgar. Es más prevalente en Asia, con tasas de 7,46 casos por millón en Japón frente a 1,76 por millón en Francia. En Brasil, 9 de cada 1 millón de personas tienen PPG.
La PPG puede ocurrir en cualquier etapa de la vida, pero es más frecuente entre los 40 y 50 años. En los niños, es más común en varones, con una proporción de 3 casos masculinos por cada 2 femeninos. Se estima que entre el 0,6% y el 7% de los casos pediátricos de psoriasis son de tipo pustuloso generalizado.
El diagnóstico de la PPG puede ser un proceso largo, que puede tardar hasta 5 años en completarse, e involucra múltiples factores clínicos y de laboratorio, como:
El tratamiento de la PPG es individualizado y depende de la gravedad del caso. Incluye:
El enfoque multidisciplinario es clave en el tratamiento de la PPG, implicando la participación de dermatólogos, reumatólogos y otros especialistas para mejorar la calidad de vida del paciente y controlar la progresión de la enfermedad.