Consumo de lácteos y prevención de sobrepeso u obesidad: Una revisión de la evidencia actual

RESUMEN

Obesidad y sobrepeso se asocian a resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, perfil lipídico anormal, presión sanguínea elevada, enfermedad cardiovascular. Se estima que en 2016 el 39% de la población adulta mundial tenía sobrepeso, y el 13% obesidad. Si bien se recomienda consumir leche o lácteos por el aporte de nutrientes, especialmente calcio y proteínas de alto valor biológico, el consumo de estos alimentos ha sido cuestionado por su potencial relación con la ganancia de peso debido al aporte energético de la grasa láctea. Al respecto, el objetivo de esta revisión es presentar la evidencia reciente sobre la relación entre el consumo de lácteos, sobrepeso u obesidad en la población. Se realizó una revisión en PubMed, Web of Science y Scopus, entre 2016 y 2020, sobre la asociación entre el consumo de leche y sus derivados, y sobrepeso u obesidad en niños y/o adultos sanos. Se excluyeron estudios sobre fórmulas lácteas o donde la leche y lácteos no fueran la principal exposición. Se identificaron 17 estudios (12 originales, 5 revisiones y 3 meta-análisis). De ellos, 12 estudios encontraron una asociación inversa entre consumo de lácteos y sobrepeso u obesidad y 4 estudios reportaron una asociación principalmente neutra. Solo 1 estudio reportó asociaciones positivas en relación con el consumo de algunos lácteos específicos. La evidencia reciente, basada principalmente en meta-análisis de estudios observacionales, demuestra que existe una asociación inversa o neutra entre el consumo de leche y lácteos, y el riesgo de sobrepeso u obesidad en niños y adultos.

INTRODUCCIÓN

El sobrepeso y la obesidad han sido definidos como la acumulación excesiva o anormal de grasa que puede perjudicar la salud de las personas, y que hoy en día afecta a gran parte de la población mundial, tanto infantil como adulta1. Se ha demostrado que el exceso de grasa corporal provoca un estrés metabólico importante para el cuerpo humano y que está asociado al desarrollo de otras condiciones de salud y enfermedades crónicas tales como resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, dislipidemias, hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular2. Más aun, la obesidad es considerada un factor de riesgo cardiovascular, según IMC (≥30 kg/m2) y también según circunferencia de cintura (≥90 cm en hombres y ≥80 cm en mujeres)3.

En este contexto, la Federación Mundial de Obesidad indica que la obesidad es una epidemia global definida como un proceso de enfermedad crónica, reincidente y progresiva, que requiere acciones inmediatas para su prevención y control4. La obesidad se triplicó entre 1975 y 2016. Se estima que en 2016 alrededor de 650 millones de personas la padecían. Asimismo, en niños y adolescentes (entre 5 y 19 años), la prevalencia de sobrepeso ha aumentado dramáticamente, de 4% a 18% entre 1975 y 20161. En Chile, según la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, el 39,8% y el 34,4% de los habitantes del país, mayores de 15 años, tiene sobrepeso y obesidad (incluyendo obesidad mórbida), respectivamente. Donde, el porcentaje de personas con sobrepeso u obesidad en el país aumentó de 64,4% en 2009-2010, a 74,2% en 2016-20175.

La obesidad es una enfermedad de origen multifactorial, que incluye factores de riesgos genéticos y ambientales, cuya interacción no está completamente dilucidada6. Se han identificado factores de riesgo no modificables asociados a obesidad, como el sexo (mujeres tienen mayor riesgo de padecer obesidad), la edad (la prevalencia de obesidad aumenta con la edad) y la etnia (los pueblos originarios tienen mayor prevalencia en comparación con el resto de la población)7. Asimismo, se han identificado factores modificables involucrados en el desarrollo de la obesidad, tales como inactividad física, patrón alimentario no saludable, consumo de alcohol, estrés, falta de sueño y la influencia del grupo familiar8.

El rol de la nutrición es clave en la prevención de la obesidad, y para abordarlo se deben considerar estrategias con foco en la composición y masa muscular, y manejo de deficiencias nutricionales, más allá de promover dietas bajas en calorías9. Por otro lado, muchos países recomiendan a sus poblaciones el consumo de leche o lácteos a través de sus guías alimentarias, principalmente por su aporte de calcio y otros nutrientes, para reducir el riesgo de fracturas y osteoporosis. Así como también, por su rol en el cumplimiento de las recomendaciones diarias de nutrientes10. La evidencia demuestra que el consumo de lácteos de acuerdo con las cantidades recomendadas por las guías alimentarias (3 porciones diarias en mayores de 9 años) contribuye a cumplir con el requerimiento de algunos nutrientes, como: calcio, fósforo y vitamina D11. A pesar de la contribución de nutrientes de los lácteos a la dieta, su consumo ha sido cuestionado por diferentes razones. La grasa es uno de los componentes de la leche más controversiales debido a su posible relación con problemas de salud en el largo plazo12. La gran mayoría de los países que incluye lácteos en sus guías alimentarias declara que se deben preferir los lácteos bajos en grasa y libres de azúcares10.

La relación entre el consumo de lácteos y sobrepeso u obesidad ha sido ampliamente estudiada. Al respecto, Louie et al.13 observaron que los resultados de estudios de cohorte prospectivos sugieren un efecto protector de los lácteos en el riesgo de sobrepeso u obesidad, aunque los resultados no eran completamente consistentes. Más recientemente, Thorning et al.14 indicaron que el consumo de lácteos puede ser un factor protector contra las enfermedades crónicas no transmisibles más prevalentes como: obesidad, diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular, osteoporosis y cáncer, mientras que se han reportado muy pocos efectos adversos. Según el reporte de World Cancer Research Fund en 2014, el consumo de lácteos podría estar asociado a un limitado-sugerente riesgo de cáncer de próstata, pero la evidencia es limitada15. Asimismo, se ha indicado que no se han reportado mecanismos claros, ni evidencia sólida que sustente un argumento para eliminar completamente de la dieta un consumo moderado de lácteos16. Por el contrario, se ha reportado que consumir más de 3 porciones diarias de lácteos puede conducir a un mejor estado nutricional y mejor salud ósea, y que se asocia con menor presión sanguínea, y menor riesgo de enfermedad cardiovascular y diabetes tipo 211. Considerando estos antecedentes, el objetivo de esta revisión es presentar la evidencia más reciente respecto a la relación entre el consumo de lácteos y sobrepeso u obesidad en la población.

Consuelo Fuentes1

Gladys Morales2  3

Rodrigo Valenzuela4 

1Programa de Magister en Nutrición y Alimentos, mención Alimentos Saludables. Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile. Santiago, Chile.

2Carrera de Nutrición y Dietética, Facultad de Medicina, Universidad de la Frontera, Temuco, Chile.

3Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad de la Frontera, Temuco, Chile.

4Departamento de Nutrición, Facultad de Medicina, Universidad de Chile, Santiago, Chile.

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