Bebidas de soja y salud femenina. Revisión de la evidencia y opinión de expertos

RESUMEN

Las bebidas vegetales de soja constituyen una alternativa dentro de la dieta habitual. Sin embargo, existe la preocupación de potenciales efectos en la salud reproductiva de la mujer por mecanismos de disrupción endócrina. En esta revisión se evalúan documentos científicos en el área de la Ginecología y la Obstetricia bajo el tamiz de la medicina basada en la evidencia, respondiendo preguntas estructuradas. La metodología se apegó a las guías establecidas por la declaración PRISMA 2020. Los estudios evaluados descartan un riesgo incrementado de pubertad precoz o cáncer de mama; incluso se aprecia un efecto protector frente a dicha neoplasia. Se ha reportado el paso transplacentario de isoflavonas de soja y su presencia en la leche materna, sin que ello implique una relación con complicaciones materno-fetales o malformaciones congénitas. La exposición a productos de soja no parece influir sobre el peso corporal y la salud ósea de la mujer. Los estudios en adultos indican que la soja favorece un mínimo incremento de tirotropina (TSH) en personas con antecedente de hipotiroidismo subclínico. El impacto de los alimentos basados en soja sobre la microbiota intestinal parece ser favorable para su diversidad, particularmente al consumir productos fermentados. Muchos de los estudios en humanos han sido realizados con suplementos de isoflavonas o con productos que contienen proteínas aisladas o texturizadas de soja. Por tanto, los resultados y las conclusiones deben interpretarse con cautela ya que no son totalmente extrapolables a las bebidas comerciales de soja.

INTRODUCCIÓN

En las últimas décadas, se han introducido en el mercado bebidas vegetales que frecuentemente son asumidas por el consumidor como sustituto de la leche de vaca o como una alternativa saludable dentro de la dieta habitual. Estos productos se utilizan eventualmente por personas intolerantes a la lactosa o alérgicas a la proteína de la leche de vaca. La denominación leche es exclusiva para la sustancia secretada por glándulas mamarias de los mamíferos (1).Sin embargo, a estas presentaciones líquidas incorrectamente se les conoce como “leches” (v. g. de soja, de almendra, de coco) (2), aunque en realidad deben denominarse bebidas vegetales, ya que estas presentan una composición muy diferente a la de la leche (3). Dentro del espectro de las bebidas vegetales, destaca la de soja por su calidad nutricional. Aunque su introducción al mundo occidental es más reciente, ha sido un alimento básico en poblaciones asiáticas durante milenios (4).

JUSTIFICACIÓN DE LA REVISIÓN EN EL CONTEXTO DEL CONOCIMIENTO EXISTENTE

Dado el creciente consumo de bebidas de soja, es de interés evaluar sus efectos en la salud de la mujer. La soja es una fuente de proteína que posee la mayoría de los aminoácidos esenciales de origen vegetal. Es rica en lípidos e hidratos de carbono, aportando ácidos grasos poliinsaturados y fibra, respectivamente. Adicionalmente, contiene ácido fólico y otras vitaminas del complejo B, así como minerales, entre los que destacan calcio, hierro, zinc, fósforo y magnesio (5). La tabla I presenta un comparativo de la composición de las bebidas vegetales de soja con respecto a la leche entera de vaca. Las isoflavonas son los flavonoides más abundantes y pertenecen al grupo de los fitoestrógenos. Estas moléculas tienen una estructura similar al estrógeno. La mayoría se encuentra en leguminosas, particularmente en la soja, y pertenecen a la familia de los polifenoles. La mayor parte de ellos son precursores inactivos, por lo que es necesaria su biotransformación en el intestino a su forma activa. Las bebidas de soja no fermentadas, como la mayoría en uso comercial, contienen isoflavonas en su forma de glucósidos conjugados (genistina, daidzina y glicitina), que tienen menor actividad biológica estrogénica y requieren ser metabolizadas en el tubo digestivo a su forma activa no conjugada o aglicona: genisteína, daidzeína y gliciteína (6). Solo un porcentaje de las isoflavonas de soja permanece en su estado activo después de atravesar los procesos de tecnología de alimentos, debido a que estas son fácilmente alteradas durante la extracción, el procesamiento y la cocción para la elaboración de un producto comercial. Adicionalmente, los glucósidos conjugados sufren daños estructurales al ser expuestos al calor. Los estudios bromatológicos han mostrado gran variabilidad en el contenido y la proporción de isoflavonas en los diferentes tipos de semillas de soja y sus productos derivados, por lo que se espera que su efecto clínico sea atenuado y heterogéneo (7). Aunque con gran variabilidad, cada gramo de proteína de soja contiene aproximadamente 3,5 mg de isoflavonas. Lo anterior se traduce en que una taza de bebida de soja aporta aproximadamente 25 mg de isoflavonas predominantemente en forma conjugada, lo que implica una menor bioactividad (8). La microbiota intestinal puede metabolizar la daidzeína y sintetizar varios compuestos bioactivos, incluido el isoflavonoide equol (7-hidroxiisoflavona). Debido a las diferencias en las poblaciones bacterianas entre diferentes individuos, la producción de equol ocurre en aproximadamente uno de cada tres consumidores de soja. La microbiota intestinal también es sensible a factores ajenos a la dieta: pH intestinal, clima, tiempo de tránsito intestinal, patrones de sueño y de alimentación y determinantes genéticos, entre otros (9). En la literatura que analiza el consumo de bebidas de soja o sus componentes en humanos, una proporción considerable de los estudios se construye bajo diseños observacionales, lo que solo permite establecer asociaciones. Nuestra revisión evalúa el diseño y la metodología y pretende contextualizar el alcance clínico de cada trabajo.

René Bailón-Uriza1 , José Antonio Ayala-Méndez2 , Cuauhtémoc Celis-González3 , Jesús Chávez-Brambila4 , Imelda Hernández-Marín5 , Juan de Dios Maldonado-Alvarado6 , Javier Montoya-Cossío7 , Fernanda Molina-Segui8 , Abraham May-Hau8 , Pilar Riobó-Serván9 , Eduardo NeriRuz10, Antonio Peralta-Sánchez11, Eduardo Reyes12, Roger Rosado-López13, Martin Tulio Santa Rita-Escamilla14, Gilberto Tena-Alavez15, Hugo Laviada-Molina8

1 Fundación Clínica Médica Sur. Ciudad de México, México. 2 Servicio de Ginecología y Obstetricia. Medicina Materno-Fetal. Hospital Médica Sur. Ciudad de México, México. 3 Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE). Hospital de Ginecología y Obstetricia. Ciudad de México, México. 4 Hospital de Ginecología y Obstetricia “Luis Castelazo Ayala”. Instituto Mexicano del Seguro Social. Ciudad de México, México. 5 Hospital Juárez de México. Ciudad de México, México. 6 Ejercicio profesional privado. 7 Hospital Henri Dunant. Cuernavaca, México. 8 Escuela de Ciencias de la Salud. Universidad Marista de Mérida. Mérida, Yucatán. México. 9 Servicio de Endocrinología y Nutrición. Hospital Fundación Jiménez Díaz. Madrid. 10Colegio Mexicano de Especialistas en Ginecología y Obstetricia. Ciudad de México, México. 11Ejercicio profesional privado. Puebla, México. 12Departamento de Atención a la Salud. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Ciudad de México, México. 13Centro Médico de las Américas. Mérida, México. 14Hospital Médica Sur. Ciudad de México, México. 15Hospital Ángeles del Pedregal. Ciudad de México, México

Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:

https://www.nutricionhospitalaria.org/articles/04372/show#!