Voces que No lo Son: Los Problemas del Concepto Pseudoalucinación

RESUMEN

El término pseudoalucinación fue introducido originalmente para designar cualquier fenómeno alucinatorio que no exhibiese todas las características paradigmáticas de las alucinaciones. En nuestro medio, y siguiendo directamente la descripción de Jaspers, se ha empleado el concepto para referirse a un tipo específico de alucinaciones auditivas presentes en personas con esquizofrenia: las voces, otorgándole un valor semiológico especial. Sin embargo, esta tradición diagnóstica no es compartida en otros contextos. El presente trabajo sugiere que la formulación Jasperiana para referirse a las voces como pseudoalucinaciones es inexacta y problemática en lo relativo al valor semiológico asignado, sus bases filosóficas y el origen biológico del fenómeno observado. Junto con esto, proponemos que la falta de claridad etiológica y nosológica que caracterizan esta conceptualización ponen en duda la utilidad de su uso dentro de la psicopatología descriptiva actual. A modo de conclusión, revisamos dos alternativas que el empleo del término podría tomar dentro del campo.

Pseudoalucinaciones: Una Tradición Problemática

Una revisión a la situación actual de la psicopatología descriptiva revela que: (i) muchos términos acuñados históricamente por ésta se encuentran en desuso, (ii) otros términos, si bien en uso, reproducen problemas filosóficos, empíricos y fenomenológicos, y, finalmente, (iii) pocos conceptos nuevos han sido incorporados de forma clara al campo. Todo esto inevitablemente lleva a preguntarnos por la real utilidad de la actual psicopatología descriptiva, entendida como una especie de lenguaje y como una herramienta en el diagnóstico y tratamiento de entidades clínicas.

Tal como señalan Berrios y Olivares1, para poseer un entendimiento comprensivo de los fenómenos psicopatológicos, los profesionales en el área necesitan entender: ‘por qué se definieron los síntomas de un modo particular’; así, los autores preguntan ‘¿[acaso] fueron dictados por la inevitable realidad del fenómeno?, ¿o fueron el resultado de un compromiso teórico que ya no es relevante para nosotros?’(p. 153). Así, recalibrar la psicopatología descriptiva requiere considerar la historia de los términos que emplea para designar síntomas, conductas y alteraciones cerebrales y, luego, una profunda discusión de los conceptos teóricos que subyacen al campo, todo esto, acompañado por la cuidadosa observación clínica del fenómeno que busca entenderse2,3,4,5.

El término pseudoalucinación fue introducido originalmente para designar cualquier fenómeno alucinatorio presente en el campo de la conciencia del sujeto que no exhibiese todas las características paradigmáticas de las alucinaciones. Entre otros aspectos, se incluyó en esta categoría a las alucinaciones con riqueza sensorial, insight o proyección en el espacio subjetivo interno6,7,8. Tal como Berrios2 indica, el empleo del término emerge históricamente como una sucesión de preguntas dicotómicas: ¿percepción o imaginación?, ¿voluntarios o involuntarios?, ¿espacio interno o externo?, ¿una modalidad sensorial o múltiples?, ¿continuos o discontinuos con la normalidad?, ¿leves o intensos?, ¿con o sin insight?, entre otras.

Ahora bien, en nuestro medio, y siguiendo directamente la descripción de Jaspers9, se ha empleado el término pseudoalucinación para referirse a un tipo específico de alucinaciones auditivas presentes en personas con esquizofrenia: las voces, otorgándole un valor semiológico especial10. Sin embargo, esta tradición diagnóstica no es compartida en otros contextos. Por ejemplo, el término está completamente ausente en el CIE-1011 y DSM-512. En efecto, este último, describe a las voces simplemente como alucinaciones, es decir, “experiencias similares en fuerza e impacto a la percepción, pero sin estímulo externos”.

Hacia una Historia de las Pseudoalucinaciones

Friedrich Hagen13 utilizó por primera vez el término pseudoalucinación para referirse a las alucinaciones que ocurren en sujetos no-díagnósticados y que conservan conciencia de su anormalidad. Sin embargo, el mismo autor reconoce estar continuando un debate de la Escuela Francesa protagonizado entre otros, por Esquirol, Baillager y Michéa2. Posteriormente, el concepto es empleado por Kandisky14, quien, basandose en sus propias experiencias psicóticas, describe una manifestación patológica de la memoria y de la fantasía con plena riqueza sensorial, intrusiva y recibida con sensación de pasividad, diferenciándola así, de las alucinaciones verdaderas.

Lugaro15 plantea que las pseudoalucinaciones son representaciones puras y egodistónicas presentes en estados psicóticos crónicos como la esquizofrenia y que pueden originar delirios secundarios. Además, sugiere que, a diferencia de las alucinaciones – que resultarían de la irritación de los centros perceptivos – las pseudoalucinaciones, se originarían en los centros asociativos. Aparentemente, Lugaro intentaba conseguir una delimitación más clara del concepto de alucinaciones psíquicas, introducido anteriormente por Baillarger16. Este último distinguió entre alucinaciones psicosensoriales (producidas por la activación involuntaria de la imaginación y la memoria, la supresión de las sensaciones externas y la excitación interna de los sentidos), y alucinaciones psíquicas (en las que la sensorialidad era débil o inexistente ya que no había participación del aparato sensorial).

Todas estas propuestas colocan el énfasis explicativo en los aspectos sensoriales del fenómeno. Rompiendo esta tendencia, Seglas17 propone explicar las pseudoalucinaciones como la exacerbación de la verbalización interna del pensamiento (lenguaje interior) o hiperendofasia, la que, al poseer claridad y precisión sensorial, se torna desconocido para el sujeto aunque carente de proyección externa. En razón de su origen, Seglas denomina a estas voces internas, como pseudoalucinaciones verbales, en las que además del componente auditivo, se pueden encontrar distintos grados de activación motora.

Uno de los mayores hitos dentro de la historia del concepto se produce cuando Jaspers – en su Psicopatología General9 – establece una separación tajante entre alucinaciones y pseudoalucinaciones. Mientras las alucinaciones son alteraciones de la percepción de la realidad objetiva externa, las pseudoalucinaciones son formas especiales de imaginación o representaciones (p89). De esto se desprende que las alucinaciones tienen carácter corpóreo, objetivo, proyectado en el espacio externo, mientras que las segundas son imaginarias, subjetivas y aparecen en el campo interno. Además, las percepciones están completas, con riqueza sensorial, se retienen fácilmente, y son independientes de la voluntad del sujeto. Sin embargo, es importante señalar que, según Jaspers, lo que separa percepción de representación “siempre sin transición… por un abismo”, son la corporeidad y exterioridad de las primeras…, “las representaciones, pueden adquirir sucesivamente, todos los otros caracteres que han sido atribuidos a las percepciones”.

La descripción de Jaspers quedará incorporada en el más importante de los textos de psicopatología de nuestro medio10, donde se le otorga una importancia semiológica fundamental, ya que se afirma que “No existe la percepción de voces dentro de la cabeza” y luego ‘la mayor parte de los trastornos sensoperceptivos de los pacientes psiquiátricos corresponden a pseudoalucinaciones, y sólo una ínfima minoría presenta alucinaciones verdaderas’ (p56). Ahora bien, a pesar del peso histórico que este uso tiene en la psicopatología descriptiva local, acá deseamos sugerir que el término no ofrece ninguna guía respecto del origen de las voces en la esquizofrenia, ni tampoco, como veremos a continuación, se ajusta a todas las descripciones clínicas del fenómeno.

Pablo López-Silva(1) 

Alvaro Cavieres-Fernández(2) 

1Psicólogo, Dr. en Filosofía, Escuela de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Chile

2Psiquiatra, Escuela de Medicina, Universidad de Valparaíso, Chile

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