Diálogo con atención plena: integrando mindfulness y narrativas

Resumen: 

Se desarrolla una propuesta de integración de narrativas y mindfulness basándonos en la naturaleza lingüística del ser humano y su capacidad de apertura al campo de la conciencia. Se describen otros programas psicoterapéuticos en el mundo que han integrado mindfulness. Se aportan datos de investigación a nivel nacional e internacional. Se comparte la experiencia de nuestro grupo al trabajar en la clínica e investigar con esta perspectiva en la sanidad pública española. Se hace hincapié en la importancia de desarrollar programas de formación para los profesionales de la salud mental que sean rigurosos y profundos.

Base teórica

SOMOS SERES “LENGUAJEANTES”, como decía Maturana (1), y estamos constituidos por cuerpo y lenguaje. A través del lenguaje simbolizamos y construimos historias. Estas historias, a su vez, nos constituyen; y ese mismo proceso de constitución va dando forma, o generando de modo recursivo, nuevas y diferentes historias. Somos narradores y constructores de historias, que, a su vez, conforman nuestra vida. No es que “creemos historias” acerca de quiénes somos o acerca de nuestra vida de la misma forma que mantenemos ideas políticas u opiniones sobre qué hacer o no hacer en una determinada situación, sino que nos identificamos y nos volvemos esas mismas historias (2). Vivimos en historias y nos convertimos en esas historias que sostenemos.

Las narrativas que nos constituyen surgen de la confluencia de múltiples variables que se extienden en un amplio y diverso espectro y que incluyen tanto los condicionantes biológicos como los discursos de la cultura y el ecosistema de origen, el grupo familiar y las relaciones que mantenemos –ya sean de apego y seguridad o de aversión y rechazo– o los discursos de marginalización y de poder sostenidos por nuestro entorno (3).

Es decir, los discursos sociales y familiares en los que crecemos inmersos tienen un relevante papel para conformar las narraciones que sostenemos sobre nosotros mismos. Pero dichas narraciones no solo dependen de esos condicionantes externos, sino que están, también, sostenidas por el condicionamiento de la naturaleza del ser humano como especie y como individuo dentro de la especie (4). Eso significa que esa historia que nos contamos está también construyéndose en base a la sensación, el pensamiento o la emoción que experimentamos en el momento presente en cada instante de nuestra vida. Como señala Wilson (5), los humanos estamos restringidos y limitados a percibir dentro de una corta “burbuja sensorial”. Y este nivel de procesamiento biológico y sensorial, sometido a la corta información que procesan nuestros sentidos, es el primer nivel de dependencia perceptiva de la condición humana.

El segundo nivel de dependencia biológica tiene que ver con los reflejos y con las pautas de acción que el organismo humano establece de forma automática en respuesta a un estímulo. Es un hecho conocido que el ser humano está preparado biológicamente para la supervivencia y que, para ello, su percepción se sesga hacia la anticipación de un futuro negativo precisamente para intentar evitarlo.

Un tercer nivel de dependencia, entre lo biológico y lo cultural, tiene que ver con el lenguaje. Con la revolución cognitiva (6), en torno a setenta mil años atrás, el ser humano desarrolló la capacidad de lenguaje, la habilidad de comunicarse a través de signos sonoros que forman palabras. Y, sin duda, esa fue otra ventaja evolutiva. Nos permitió una comunicación más rápida, más precisa y de mayor alcance que la obtenida a través de gestos y gruñidos. Pero, junto con esta ventaja, aparecieron también nuevos retos y dificultades.

A través del lenguaje el ser humano empezó a ser capaz de trascender el momento presente, de salirse del “aquí y ahora” y de perderse en las ensoñaciones y proyectos de la mente. El lenguaje verbal está formado por palabras y las palabras forman conceptos: lo bueno, lo malo, lo bello, lo feo… Y esos conceptos no son más que abstracciones de la realidad. Cuando utilizamos conceptos, simplificamos la realidad, olvidamos las diferencias y, de forma no intencionada, la falseamos. El lenguaje crea historias basadas en esos conceptos y, basándose en la experiencia del pasado, ilumina solo una de entre muchas posibilidades de lo que está sucediendo en el presente.

Beatriz Rodríguez Vega 
Hospital Universitario la Paz, Madrid. IdiPAZ. Universidad Autónoma de Madrid., España

Carmen Bayón Pérez 
Hospital Universitario la Paz, Madrid. IdiPAZ. Universidad Autónoma de Madrid., España

Ángela Palao Tarrero 
Hospital Universitario la Paz, Madrid. IdiPAZ. Universidad Autónoma de Madrid., España

Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:

https://www.redalyc.org/jatsRepo/2650/265061848008/html/index.html