Cáncer de mama con metástasis cutánea: caso clínico y cuestionamiento ético
RESUMEN
El cáncer de mama es el tipo de cáncer más frecuente y la quinta causa de muerte por cáncer en mujeres a nivel mundial. Este tipo de cáncer constituye un importante problema de salud, tanto por su incidencia y mortalidad como por sus repercusiones físicas, psicológicas y económicas. Los programas de cribado y diagnóstico precoz, así como la mejora de los tratamientos, favorecen de manera significativa el pronóstico y la supervivencia a la enfermedad. Pero cuando se detecta de manera tardía, ya sea por fallo del sistema o por dejadez de la persona, surge el problema moral, la dicotomía entre tratar de curar a pesar de los efectos secundarios negativos de los tratamientos o aplicar medidas paliativas procurando mejorar la calidad de vida. A continuación, presentamos un caso clínico de una mujer de 78 años con cáncer de mama con diseminación cutánea y ulceración. Se revisa el tema: incidencia, evolución, mortalidad, linfedema, calidad de vida, decisiones anticipadas y atención paliativa.
INTRODUCCIÓN
El cáncer de mama es el tumor más frecuente en la mujer, y la segunda causa de muerte por cáncer, tras el de pulmón. La incidencia de metástasis cutáneas por este tipo de neoplasia asciende hasta el 23,9%1. Según los últimos datos recogidos por el European Cancer Information System en 2020, se diagnosticaron un total de 34.088 nuevos casos. Se estima que al nacer, 1 de cada 8 mujeres desarrollará cáncer de mama; la franja de edad de 45-65 años es la de mayor incidencia, probabilidad que aumenta a media que la mujer envejece. Un 30% de las pacientes que recibieron un diagnóstico temprano presentará recaída con metástasis en los siguientes 5 años. La supervivencia de estos pacientes ha experimentado un fuerte ascenso en los últimos años, solo en España 6.500 mujeres al año fallecen por esta causa2. La medicina ha logrado desarrollar técnicas y tratamientos con el objetivo de mejorar la supervivencia de la población, aun a expensas de aparecer la cronicidad y la dependencia, llevando al profesional sanitario a la obstinación terapéutica y, como residuo de la filosofía curativa de principio de siglo, al poder de salvar vidas. Nuevos tratamientos, como las terapias hormonales e inmunológicas, están destinados a controlar el cáncer haciendo de la enfermedad un estadio de cronicidad no necesariamente letal. Este período provoca en el paciente una mezcla y fluctuación de emociones, que pasan de la esperanza a la desolación, de la tristeza y el miedo a la gratitud por vivir. Se abre el debate sobre la eutanasia y su regulación legal como tema en auge en los comités de ética: se deja de lado la visión paternalista de la medicina, se escucha al paciente y se le implica en las decisiones respecto a los cuidados de su salud que, por sí mismo, tiene efecto terapéutico3. Asumir su decisión y emprender un camino de respeto mutuo tiene como base la honestidad de la relación sanitario-paciente centrada en una comunicación efectiva. Evitar el empecimiento terapéutico en estos enfermos corresponde a la “adistanacia”, en la que se suprimen las medidas desproporcionadas, con ello tácitamente se está aceptando una eutanasia pasiva, en la cual se dejan de aplicar medidas fútiles y el enfermo fallece como consecuencia de la enfermedad o complicaciones que sufre4. “Hay que examinar si los medios terapéuticos disponibles son objetivamente proporcionados a las perspectivas de mejoría. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; expresa más bien la aceptación de la condición humana ante la muerte”, Juan Pablo II.
Ana Belén Fernández Guerra* Inés Calero Pla
Enfermeras Atención Domiciliaria. Corporació de Salut del Maresme i la Selva
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