Cognición en la esquizofrenia. Estado actual de la cuestión (I): métodos de evaluación y correlatos neurales

Resumen:

La investigación sugiere que los síntomas, la neurocognición y la cognición social se influyen mutuamente y se relacionan, a su vez, con el funcionamiento psicosocial en la esquizofrenia. La medida de los déficits neurocognitivos se ha desarrollado notablemente con el protocolo “MATRICS”. Estos déficits se han relacionado con un funcionamiento anormal de la corteza prefrontal dorsolateral y con defectos en su conectividad con otras áreas cerebrales. Por otro lado, el deterioro de la cognición social se ha vinculado al llamado “cerebro social” y se ha relacionado con los síntomas y el funcionamiento psicosocial. La atención, memoria y función ejecutiva parecen alteradas en la esquizofrenia, relacionándose con un funcionamiento anormal de estructuras cerebrales y su conectividad entre ellas. Déficits en diferentes dominios de la cognición social, vinculados al llamado “cerebro social”, se apuntan como un posible marcador endofenotípico de la esquizofrenia. No obstante, problemas tanto metodológicos como conceptuales impiden asumir estas conclusiones como definitivas.

Introducción

LA ESQUIZOFRENIA ES UN GRAVE TRASTORNO PSIQUIÁTRICO que afecta al 1% de la población mundial y cuyo diagnóstico se caracteriza tanto por síntomas psicóticos como no psicóticos (1). No obstante, los problemas neurocognitivos y de cognición social no se incluyen en los criterios diagnósticos contemplados en el DSM-5 a pesar de su clara relevancia para el pronóstico clínico y el funcionamiento diario del paciente. La clasificación de la gravedad del deterioro cognitivo aparece en un apéndice (Sección III) del manual (2). Para la próxima edición de la CIE se incluye el deterioro cognitivo, tanto social como no social, como un especificador para el diagnóstico de la esquizofrenia (3).

En cualquier caso, el propio constructo de “esquizofrenia” ha sido ampliamente cuestionado por diversos autores, sobre todo en base a su falta de validez, pero también de su escasa fiabilidad (4,5,6,7). A pesar de ello, por razones de claridad expositiva y de concordancia con la mayor parte del cuerpo de investigación, hemos optado por referirnos a las experiencias psicóticas que habitualmente se encuentran bajo este “paraguas sindrómico” como “esquizofrenia” o, más genéricamente, como “psicosis”.

Las manifestaciones clínicas de la esquizofrenia implican un rango de limitaciones interrelacionadas que afectan de forma “semiindependiente” a los síntomas y deficiencias en diferentes dominios de la cognición, incluyendo, además de la cognición social, a la neurocognición y a la metacognición, y está comúnmente aceptado que todo ello afecta de algún modo al funcionamiento psicosocial (8).

El concepto de neurocognición hace referencia a los procesos de enlazar y evaluar información, e incluye habilidades como la velocidad de procesamiento, la atención, el aprendizaje, la memoria verbal y visual, la memoria de trabajo y el razonamiento y la resolución de problemas (9,10,11). La iniciativa Measurement and Treatment Research to Improve Cognition in Schizophrenia (MATRICS) del National Institute of Mental Health (NIMH) de EE. UU. (12) ha tenido como uno de sus objetivos el desarrollo de una batería de consenso para evaluar las áreas cognitivas afectadas en la esquizofrenia (13).

La investigación en torno a la cognición social (CS) sugiere que esta se ve afectada en personas con esquizofrenia y es de importancia crítica para el desempeño social y vocacional de las personas que la padecen, teniendo correlaciones algo más altas que los déficits cognitivos no sociales (14). Por este motivo, la CS se ha convertido en un objetivo de tratamiento en la esquizofrenia, como lo demuestra el desarrollo creciente de intervenciones psicosociales (15,16,17) y tratamientos farmacológicos prometedores (18).

Por lo que se refiere a la metacognición, esta se puede definir como el proceso de “pensar acerca de la forma en que pensamos”. Según un modelo integrador, la metacognición se refiere a un espectro de actividades mentales que pueden ir desde procesos discretos, que implican percibir pensamientos y sentimientos específicos, a actos más sintéticos en los que la información sobre uno mismo y sobre los otros se integra en representaciones complejas que permiten a las personas reconocer y responder a los desafíos de la experiencia cotidiana (19,20,21). Los procesos metacognitivos se conceptualizan como procesos que permiten que surja un sentido coherente del yo y de los otros dentro del flujo de la vida (20). Así, desde una perspectiva fenomenológica, algunos estudiosos consideran la esquizofrenia como un trastorno del yo más que del cerebro (22), rechazando la visión cerebrocentrista que se impone desde la psiquiatría más biológica y entendiendo a la persona en su contexto histórico, interpersonal y social.

La investigación sugiere que los síntomas y los déficits neurocognitivos se influyen mutuamente, y que se relacionan a su vez con la CS y la metacognición (11,1921). No obstante, no está claro si estos constructos se afectan entre sí, ni si algunos de estos fenómenos desempeñan un papel más o menos central que otros a medida que interactúan. Algunos autores consideran que la CS y la metacognición juntas se enfocan en la conciencia interpersonal, mientras que la CS se enfocaría a la detección correcta de un pensamiento discreto o un sentimiento del otro (23). Por otro lado, la metacognición estaría enfocada a la integración de esos detalles en un todo coherente que variaría en términos de complejidad (19,21,24).

Finalmente, las alteraciones en estos procesos se han vinculado a perturbaciones estructurales y funcionales en los constituyentes del llamado “cerebro social”. Este incluye un conjunto de áreas prefrontales mediales, parietales y temporales que se han asociado a algunas anomalías en la teoría de la mente (ToM, del inglés theory of mind), la percepción de emociones y la capacidad para considerar la perspectiva de los otros, fenómenos comúnmente encontrados en la esquizofrenia (8,25).

La presente revisión pretende dar cuenta del estado de la cuestión en lo referente a los diferentes aspectos de la cognición (social y no social), de las teóricas bases neurales de dichos procesos, de los sesgos cognitivos característicos de la esquizofrenia, de su evaluación y de sus implicaciones en el funcionamiento social, así como de las posibles intervenciones terapéuticas para mejorarlos. En esta primera parte, revisaremos de forma crítica los conceptos de neurocognición y cognición social. Asimismo, se describirán los métodos de evaluación recomendados y los posibles correlatos neurales implicados, atendiendo a la investigación más reciente.

Josep Pena-Garijo 

Universitat Jaume I de Castelló., España

Cristina Monfort-Escrig

Universitat Jaume I de Castelló., España

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Cognición en la esquizofrenia. Estado actual de la cuestión (I): métodos de evaluación y correlatos neurales (redalyc.org)