Diálogos entre investigadores básicos y clínicos: hipofosfatasia

RESUMEN

La mayor parte de la fosfatasa alcalina (FA) sérica (más del 90%) proviene del hígado y del hueso. Normalmente, la contribución de otros tejidos, como el intestino o el riñón es mucho menor, aunque la placenta es una fuente importante durante el embarazo. La elevación de la FA suele, por tanto, ser indicativa de enfermedad hepática u ósea. El análisis de otras enzimas hepáticas, y en particular la GGT (elevada en caso de lesión hepática y normal en las enfermedades óseas), suele aclarar el origen. En caso de duda, se puede medir la isoforma ósea o hacer un perfil de todas las isoenzimas.

FOSFATASA ALCALINA: BIOMARCADOR DE HIPOFOSFATASIA Y OTROS TRASTORNOS

La mayor parte de la fosfatasa alcalina (FA) sérica (más del 90 %) proviene del hígado y de los hue­sos. Normalmente, la contribución de otros tejidos, como el intestino o el riñón, es mucho menor, aun­que la placenta es una fuente importante durante el embarazo. La elevación de la FA suele ser, por tanto, indicativa de enfermedad hepática u ósea. El análi­sis de otras enzimas hepáticas, y en particular de la γ-glutamiltransferasa (GGT) (elevada en caso de le­sión hepática y normal en las enfermedades óseas), suele aclarar el origen. En caso de duda, puede me­dirse la isoforma ósea o hacer un perfil de todas las isoenzimas.

La disminución de la FA es un hallazgo transitorio fre­cuente en diversas enfermedades agudas. De forma más mantenida, puede verse en trastornos sistémicos diversos, como la celiaquía, el mieloma, la anemia gra­ve (sobre todo por deficiencia de vitamina B12) o diver­sas situaciones que cursan con la ralentización de la actividad osteoblástica, como el hipoparatiroidismo, el hipotiroidismo, el hipercortisolismo, algunas alteracio­nes esqueléticas asociadas a insuficiencia renal avanza­da o el tratamiento con fármacos antirresortivos (bis­fosfonatos o denosumab). Para ser activa, la molécula de la FA requiere la unión de algunos cofactores, por lo que el déficit de cationes como el zinc, el magnesio o el calcio puede asociarse también a una disminución de su actividad sérica (1).

Si se excluyen esas causas adquiridas, cabe pensar que la causa del descenso de la FA sea genética. Entre las en­fermedades hereditarias que cursan con FA baja se en­cuentran la displasia cleidocraneal y la enfermedad de Wilson. Las alteraciones de las clavículas y del hígado, respectivamente, suelen permitir enfocar correctamen­te el diagnóstico de estos raros trastornos (Tabla I). Si los datos clínicos y analíticos no apoyan esos diagnósticos y tampoco se identifica una causa secundaria adquirida, cabe pensar que la FA sérica baja indique que el pacien­te padece una hipofosfatasia (HPP) en relación con una mutación en el gen ALPL, que codifica la FA no específi­ca de tejido (FANET), que incluye las isoformas hepática y ósea. Estas isoformas, codificadas por el mismo gen, comparten la secuencia de aminoácidos, si bien difieren en algunas modificaciones postraduccionales, como el patrón de glicosilación.

 Beatriz García Fontana1, JoséA. Riancho2

1 Unidad de Endocrinología y Nutrición. Hospital Universitario Clínico San Cecilio. Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada (ibs.GRANADA). Centro de Investigación Biomédica en Red de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES). Granada.

2 Servicio de Medicina Interna. Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. Departamento de Medicina y Psiquiatría. Universidad de Cantabria. Instituto de Investigación Valdecilla (IDIVAL). Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (CIBERER). Santander

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