El quirófano del mañana, rompiendo barreras sin sangre
- netmd
- 25 de agosto de 2023
- Cirugía General
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21/08/2023
Sin desterrar las transfusiones de sangre y su importante papel en la asistencia médica, especialmente en urgencias, hay evidencia científica de que, en muchas ocasiones, la transfusión es evitable, ya que puede afectar negativamente en los resultados de una intervención quirúrgica. en los últimos años se ha producido un cambio de paradigma con el fin de minimizar su uso mediante técnicas que preservan la propia sangre.
Actualmente, se dispone de abundante evidencia científica de que una transfusión sanguínea innecesaria tiene un perjuicio sobre los pacientes. Se calcula que la mitad de las que se hacen son prescindibles, además de no estar exentas de riesgos, ya que pueden dar lugar a complicaciones y, según los expertos, deben evitarse en situaciones en las que se ha demostrado que no proporcionan un beneficio clínico.
La alarma saltó en la década de los años 80, sobre todo, con la aparición del sida y la hepatitis C que se podían transmitir con la transfusión. A partir de ahí, y ante la inquietud social, se intentó minimizar las transfusiones y establecer todas las precauciones posibles ante el riesgo de infección.
El cambio de paradigma respecto al uso óptimo de la sangre ha venido marcado por los denominados programas `Patient Blood Management´ (PBM), desarrollados en las últimas dos décadas y que engloban un conjunto de medidas que pueden aplicarse tanto en ámbito quirúrgico como médico, que buscan mejorar la seguridad del paciente preservando la propia sangre.
La Organización Mundial de la Salud ya abogó en 2010 por la necesidad urgente de implementar estos modelos PBM en todos los países miembros, al igual que la Unión Europea desde 2017.
Los programas PBM son conocidos, sobre todo, en el ámbito quirúrgico y específicamente en el de la cirugía programada, donde han demostrado su eficacia tanto en la optimización del uso de transfusiones como en los resultados clínicos y la reducción de costes asociados.
Aunque estos programas fueron destinados, inicialmente, para pacientes quirúrgicos, su utilización está cada vez más extendida en otros entornos clínicos. Su contribución se centra, en gran medida, en ofrecer mayor seguridad a los pacientes, preservando las reservas de sangre de los centros de transfusión para aquellos que realmente la necesiten.
Aun reconociendo que en la actualidad las transfusiones sanguíneas son más seguras que tiempo atrás, en opinión de la Dra. Elvira Bisbe, anestesióloga en el Parc de Salut Mar, de Barcelona, “hay que incidir en que la transfusión procedente de un donante cuando es necesaria es como un salvavidas, sin embargo, utilizarla sin una necesidad fisiológica tiene más inconvenientes que ventajas”.
Desde el punto de vista del Dr. Xavier Ruyra, jefe del Servicio de Cirugía Cardíaca de Centro médico Teknon de Barcelona,“existe todavía mucha desinformación sobre los efectos que pueda tener la transfusión, ideas equivocadas de umbrales de transfusión o confusión entre lo que es una hemoglobina baja y una mala percusión tisular o hipoxia”.
Por otra parte, como apunta la Dra. Bisbe, “cada vez se hacen más cirugías y más complejas en pacientes ancianos con patología asociada, lo que comporta mayor consumo de sangre. En cambio las donaciones, que son de gente más joven y sana, no han aumentado de manera pareja”. De ahí que, a su juicio, “no hay mejor sangre que la propia sangre del paciente y como segunda opción está la de los donantes”.
Pilares y expansión de la técnica
Con respecto al programa `Patient Blood Management´ hay definidos tres pilares básicos. El primero se refiere a la detección temprana de anemia y su corrección. Al respecto como explica la anestesióloga Dra. Bisbe, “la transfusión depende, en gran medida, de la cantidad de sangre o glóbulos rojos de que dispone un paciente para afrontar una pérdida sanguínea. Aquel que entra en quirófano con poca sangre porque está anémico y, además, corre el riesgo de tener una pérdida de sangre, va a requerir una transfusión. Por tanto, al corregir la anemia o mejorar el número de glóbulos rojos, antes o después de la intervención, probablemente, aunque sangre lo mismo que otro más sano, no se va a exponer a una situación de riesgo de necesitar una transfusión”.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta las medidas para minimizar la pérdida de la propia sangre del paciente. Al respecto, según la Dra. Bisbe, “lo que intentamos es mejorar la competencia hemostática cuando ésta no sea del todo buena, por ejemplo, si faltan plaquetas se reponen o si el paciente está tomando anticoagulantes, revertirlo de manera adecuada. Además, intraoperatoriamente, bien recuperar la propia sangre, filtrarla y volverla a administrar, o bien intentar utilizar algunos fármacos y técnicas que minimizan el sangrado, por ejemplo, el ácido tranexámico, un compuesto antifibrinolítico que se emplea en muchas cirugías y reduce un tercio el sangrado”.
Por último, tener en cuenta la implementación de una estrategia de transfusión “restrictiva”. “No debemos olvidar que la transfusión es un trasplante líquido, intentar llevar a valores normales de glóbulos rojos no mejora su función y sí, en cambio, los riesgos de reacción transfusional, trombosis, infecciones etc.”, explica dicha experta.
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