Estudio PETRO: evaluación de tromboprofilaxis y riesgo embólico en pacientes hospitalizados en una institución de tercer nivel en Bogotá, Colombia

Resumen

Teniendo en cuenta que la tromboembolia venosa es la mayor causa de muerte evitable en el paciente hospitalizado, se hizo un estudio de tromboprofilaxis, tipo descriptivo retrospectivo, de serie de casos, en pacientes médicos y quirúrgicos hospitalizados en el servicio de urgencias. Se tuvieron en cuenta las indicaciones dadas por las principales escalas de riesgo embólico. Se utilizó base de datos en Excel y programa SPSS versión 23. En la mayoría de casos se utilizó tromboprofilaxis farmacológica con enoxaparina; se encontró profilaxis para riesgo bajo en 69%, en medio 81% y en alto 92%. La tasa de eventos adversos fue baja. Esta terapia presentó bajo costo, seguridad y eficacia. Se debe continuar mejorando la tromboprofilaxis implementando estrategias como alarmas, adherencias a guías, protocolos y educación continua.

Introducción

En el año 1856, Virchow hizo las primeras aproximaciones sobre la génesis de la enfermedad tromboembólica, creando los términos de trombosis y embolia. A la vez planteó y justificó que la presencia de un coágulo en las arterias o venas pulmonares no se origina en sí en este sistema vascular, sino que en cambio tiene un origen más distal probablemente en el sistema vascular periférico (1, 2). Las nuevas masas de coágulo se depositan en la sangre y se van añadiendo capa tras capa; este crecimiento va formando una especie de cilindro inestable que se vuelve la fuente real de peligro que al migrar lleva a oclusión de los vasos remotos. Así se define como una regla que los trombos desde la periferia del cuerpo producen obstrucciones secundarias y depósitos metastásicos a los pulmones (2). A este fenómeno se le conoce en la actualidad, como tríada de Virchow, que contiene la estasis venosa, el daño endotelial y la hipercoagulabilidad; este término es usado para describir la etiología y analizar el riesgo de trombosis especialmente en trombosis venosa profunda (1, 3) . Acudiendo a estos mecanismos fisiopatológicos, en múltiples escenarios de pacientes hospitalizados, se ha encontrado un aumento de la incidencia de complicaciones tromboembólicas, con tasas de mortalidad que oscilan entre 5 a 10% secundarias a embolia pulmonar (4); 18,3% de incidencia de tromboembolia venosa (5). La tromboembolia abarca dos condiciones relacionadas entre sí que forman parte del mismo espectro: la trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar; esta última es la obstrucción del flujo sanguíneo a una o más arterias del pulmón por un trombo alojado en un vaso pulmonar. Con el fin de ir a la vanguardia de los nuevos acontecimientos que amenazan la salud del paciente en la estancia hospitalaria se buscan varias medidas para prevenir complicaciones tales como trombosis venosa profunda en los miembros inferiores, tromboembolia pulmonar y ataque cerebro vascular (6), clasificadas como potencialmente letales y prevenibles durante la estancia hospitalaria, perioperatoria y postoperatoria, en paciente médico y quirúrgico. Estas complicaciones se convierten en una de las principales causas de discapacidad a largo plazo o de muerte para los pacientes hospitalizados, y generan mayores costos para el sistema de salud con relación al uso oportuno y adecuado de la tromboprofilaxis. Por ello, la Organización Mundial de la Salud, por medio de la Alianza Mundial para la seguridad del paciente y su consenso de expertos internacionales, ha incluido la enfermedad tromboembólica dentro de las “lesiones debidas a errores quirúrgicos, médicos y anestésicos”, como uno de los 23 tópicos con substancial impacto sobre la seguridad del paciente y que requiere atención urgente, además de ser considerada como una resultante de cuidado médico inseguro (7). Se considera, por ende, que con una tromboprofilaxis adecuada se previene de forma más eficiente este desenlace fatal para el paciente.

Oscar Alberto Sáenz Morales, MD.(1); Erika Vergara Vela, MD.(2); Francisco González Acosta, MD., MSc.(3); Paola Bonilla González, MD.(4); Jorge Andrés Russi Lozano, MD.(5); Angélica Rojas Durán, MD.(6); Martín Zapata Laguado, MD.(7); Camilo Uhía González, MD.(8)

(1)Médico Internista, Neumólogo, Grupo Investigación Urgencias Hospital Santa Clara (HSC), Coordinador Servicio de Urgencias HSC. Bogotá, Colombia.

(2)Médica Internista, Epidemióloga, Hospital Santa Clara (HSC). Docente Universidad El Bosque. Grupo Investigación Urgencias Hospital Santa Clara (HSC). Bogotá, Colombia.

(3)Médico Farmacólogo, Bioeticista, Hospital Santa Clara. Docente titular Universidad El Bosque. Grupo Investigación Urgencias Hospital Santa Clara (HSC). Bogotá, Colombia.

(4)Médica Internista, Hospital Santa Clara. Docente Universidad El Bosque, Grupo Investigación Urgencias Hospital Santa Clara (HSC). Bogotá, Colombia.

(5)Médico Internista, Epidemiólogo, Hospital Santa Clara. Docente Universidad El Bosque. Grupo Investigación Urgencias Hospital Santa Clara (HSC). Bogotá, Colombia.

(6)Médica Internista, Hospital Santa Clara. Docente Universidad El Bosque. Grupo Investigación Urgencias Hospital Santa Clara (HSC). Bogotá, Colombia.

(7)Residente segundo año Medicina Interna, Universidad el Bosque, Hospital Santa Clara. Bogotá, Colombia.

(8)Residente tercer año Medicina Interna, Universidad El Bosque, Hospital Santa Clara. Bogotá, Colombia.

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https://revistas.asoneumocito.org/index.php/rcneumologia/article/view/233