Expertos de la UNAM estudian los mecanismos neurobiológicos de la anorexia nerviosa
- netmd
- 30 de marzo de 2018
- Medicina General e Interna
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26 de marzo de 2018
Las células gliales son las células más abundantes en el cerebro y su disfunción modifica la homeostasis de este órgano. Por lo tanto, su estudio es importante para comprender las alteraciones que se producen en los trastornos psiquiátricos, entre ellos la anorexia nerviosa, indicó Daniel Reyes Haro, del Instituto de Neurobiología (INb) de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Aún no dilucidamos los mecanismos específicos que originan la anorexia nerviosa, pero sabemos que ante una restricción calórica severa se dan procesos de neuroinflamación promovidos por las células gliales, los cuales impactan en el hipotálamo, además de producir déficits cognitivos en regiones como el hipocampo y la corteza prefrontal, como sugieren los estudios de resonancia magnética realizados en pacientes con este trastorno de la conducta alimentaria”, detalló el científico.
Sin embargo, las alteraciones que ocurren a nivel celular son desconocidas. Las recientes investigaciones de Reyes Haro y su equipo en modelos murinos (con ratones o ratas) de anorexia buscan contribuir en esta dirección.
Para el experto, su trabajo en roedores podría arrojar luz respecto al tema, pues los animales salvajes poseen estrategias con las que inhiben la ingesta de alimentos para sobrevivir; tal es el caso de los osos cuando hibernan, o de los pingüinos macho cuando son abandonados por sus compañeras y dejan de comer hasta 4 meses para incubar un huevo, lo que se conoce como anorexia animal.
“Aquí la privación de alimento es regulada fisiológicamente como una estrategia adaptativa, lo cual es parte natural de su ciclo de vida. No obstante, en el humano es una conducta alimentaria aberrante”, subrayó.
La anorexia nerviosa generalmente se describe como un trastorno del comportamiento alimentario que conduce a una restricción calórica extrema, provocando la disminución acelerada del peso corporal, osteoporosis e incluso amenorrea (falta de menstruación). La mayoría de los casos (del 90 al 95 por ciento) ocurren en mujeres durante la pubertad y adolescencia.
“En el humano, este trastorno tiene que ver con factores psicológicos no reproducibles en laboratorio; sin embargo, la aproximación experimental en roedores permite investigar sobre los mecanismos neurobiológicos asociados a la decisión de no alimentarse, pese a tener hambre”, explicó Reyes Haro.
El académico indujo un estado similar a la anorexia en un grupo de ratas al privarlas de agua (un mamífero deshidratado evita la ingesta de alimentos para no perder líquido), y a otro grupo simplemente lo privó de alimentos. El propósito: ambos grupos sufren una reducción en la ingesta de alimentos, solo que uno lo hace “voluntariamente” y el otro de forma involuntaria.
Además, recientemente comenzó a experimentar con un modelo de anorexia basado en la actividad física, que imita mejor a la anorexia nerviosa, ya que el 70 por ciento de las menores con este trastorno usan el ejercicio como un suplemento para reducir su peso corporal. Algo similar se observa en roedores privados de comida cuando se enfrentan a una rueda de hámster. Esto les causa ansiedad, que buscan mitigar al correr, y lo hacen con tal frenesí que pueden morir de inanición en menos de una semana.
Células gliales y su papel en la anorexia
Las células gliales conforman más de la mitad del cerebro humano. Los astrocitos y la microglía son parte de este grupo de células nerviosas y ambas juegan un papel fundamental en la respuesta inmune del cerebro.
“Nuestros estudios recientes mostraron que dichas células incrementan su densidad y se vuelven reactivas ante una restricción calórica, lo que aumenta la producción de citocinas, moléculas proinflamatorias que alteran la función normal de los circuitos sinápticos”, destacó Reyes Haro.
Este tipo de estudios son indispensables para comprender la neurobiología de la anorexia, que afecta a cientos de miles de personas en todo el mundo.
“Ello no implica que hagamos de lado los aspectos psicológicos, solo es otra forma de abordar e intentar comprender el problema”, concluyó.
Vía: DGCS UNAM