Factores de riesgo de Alzheimer y de demencia: conocerlos y abordarlos.
- ComiteNetMD
- 15 de enero de 2025
- Neurología
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9 de enero de 2025.
Hace más de un siglo que la enfermedad de Alzheimer fue identificada y descrita. Sin embargo, todavía desconocemos cuáles son las causas que la originan. En realidad, cada vez se tiene más certeza de que no es atribuible a una única causa. Y es que los avances de investigación apuntan a múltiples factores de riesgo de Alzheimer que, en mayor o menor medida, pueden incidir en el desarrollo de esta enfermedad.
Es importante recordar que Alzheimer y demencia no son sinónimos, pero son conceptos estrechamente relacionados, ya que el Alzheimer es la principal causa de demencia, pero no la única. Una comisión de expertos a escala internacional ha identificado 14 factores de riesgo de demencia que, con diferente peso y con diferente impacto en distintas etapas de la vida, podrían explicar hasta un 45% de los casos de demencia, independientemente del tipo o de su causa.
En este artículo vamos a hablar de los factores de riesgo de Alzheimer, consistentes también con los factores de riesgo de demencia, y daremos unas pinceladas de cómo se pueden abordar.
Tipos de factores de riesgo de Alzheimer
Los factores de riesgo de Alzheimer se pueden dividir en dos grandes tipos: aquellos no modificables y los modificables.
Factores de riesgo de Alzheimer no modificables
Los principales factores de riesgo de Alzheimer no modificables son la edad y la genética. Por otro lado, hay cada vez más estudios e hipótesis de investigación abiertas acerca de la relación entre el sexo femenino y el Alzheimer, que es una enfermedad más prevalente en mujeres.
La edad es el principal factor de riesgo para desarrollar la enfermedad. La suma de años, particularmente a partir de los 65, va incrementando el riesgo de padecerla. Sin embargo, muchas personas preservan sus capacidades cognitivas hasta edades muy avanzadas. Así pues, la edad encabeza la lista de factores de riesgo de Alzheimer, aunque el desarrollo de esta enfermedad no es una consecuencia inevitable del hecho de envejecer, ni hay que confundir los efectos del envejecimiento cognitivo con algo patológico. Recordemos, además, que la demencia senil no existe, no es un diagnóstico médico aceptado hoy en día.
Por otra parte, es importante saber que el Alzheimer tampoco es una enfermedad hereditaria. Solo en un porcentaje muy pequeño de los casos, alrededor del 1%, puede atribuirse su causa, de forma inequívoca, directamente a la genética. En el 99% restante de los casos ciertos genes pueden conferir una mayor vulnerabilidad para desarrollar la enfermedad, pero, en sí mismos, no son determinantes de ello. Algún patrón genético puede conllevar casi con certeza el desarrollo de la patología propia del Alzheimer en el cerebro, pero no determina el momento ni el pronóstico de desarrollo de la enfermedad.
Factores de riesgo de Alzheimer modificables
Los factores genéticos también se ven influidos y modulados por otros elementos: los factores de riesgo de Alzheimer modificables.
La investigación científica apunta cada vez con más solidez a que podemos actuar sobre ciertos factores de riesgo para disminuir la probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Principalmente, están relacionados con la salud cardiovascular y con hábitos de vida. Hace unos años, en un relevante artículo científico se recogía que, mediante la modificación de este tipo de factores1, se podría prevenir 1 de cada 3 casos de Alzheimer.
El control de los factores de riesgo cardiovascular es clave. Así pues, es muy importante evitar o mantener a raya la hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol, el tabaquismo o la obesidad. Cuestiones como el sedentarismo o una dieta poco saludable repercutirán en la salud cardiovascular, pero también en la salud cerebral. Cada vez es más evidente que lo que es bueno para el corazón, es bueno para el cerebro. No se debe descuidar el seguimiento médico ni tampoco los hábitos de vida saludables.
Uno de los aspectos que está en el foco de investigación actual es el sueño como factor de riesgo de Alzheimer. Además de dormir suficiente, tanto o más importante es la calidad del sueño para que pueda ejercer su efecto reparador y, entre otras cosas, eliminar restos tóxicos de proteínas y otras sustancias derivadas de la propia actividad del cerebro y, entre ellas, algunas relacionadas con la patología cerebral del Alzheimer.
14 factores de riesgo de demencia en el ojo de mira
Más allá de los factores de riesgo de Alzheimer, podemos hablar de factores de riesgo de demencia, independientemente de cuál sea su causa. En este sentido, el informe de la Comisión Lancet 20242 sobre prevención y manejo de la demencia identifica 14 factores de riesgo de demencia sobre los que se puede actuar.
Estos factores son:
- Bajo nivel educativo
- Pérdida auditiva
- Hipertensión
- Inactividad física
- Obesidad
- Tabaquismo
- Consumo excesivo de alcohol
- Diabetes
- Depresión
- Lesiones cerebrales traumáticas
- Contaminación del aire
- Aislamiento social
- Pérdida de visión no tratada
- Colesterol LDL alto
Aunque actuar sobre ellos siempre será beneficioso, el impacto de estos factores tiene una ponderación diferente en distintas etapas de la vida:
- Infancia y juventud:
- La educación formal de calidad, temprana y prolongada, tiene un efecto protector cerebral significativo.
- Adultez media:
- Factores como la hipertensión, la obesidad, la diabetes, la pérdida auditiva y la depresión tienen mayor impacto durante esta etapa vital.
- La estimulación cognitiva mediante actividades laborales o recreativas complejas contribuye a construir una reserva cognitiva que protege contra el deterioro cognitivo.
- Edad avanzada:
- El aislamiento social, la pérdida de visión y la exposición a la contaminación del aire adquieren mayor relevancia en edades avanzadas como factores de riesgo de demencia.
En el informe de la Comisión Lancet 2024 se afirma que hasta el 45% de los casos de demencia podrían evitarse abordando 14 factores de riesgo modificables a lo largo de la vida. Esto se basa en cálculos que estiman la proporción de casos que no ocurrirían si se eliminaran completamente estos factores de riesgo de demencia.
Aunque cada factor tiene un impacto independiente, los factores interactúan entre ellos, pudiendo incrementar el riesgo. Por ejemplo, la combinación de tabaquismo, hipertensión y obesidad puede multiplicar el efecto negativo en el cerebro.
¿Qué podemos hacer para reducir los factores de riesgo de Alzheimer y de demencia?
Está claro que se puede actuar para reducir la probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer o de demencia por cualquier causa. ¿Cómo? Principalmente, tratando de controlar los factores de riesgo cardiovascular, procurando que nada afecte a la buena conexión con nuestro entorno ni perjudique nuestro estado de ánimo y llevando hábitos de vida saludables. Todo ello, con la supervisión médica necesaria.
Es importante pensar que cualquier cambio hacia algo más saludable y favorecedor de la protección de nuestro cerebro es bienvenido. No se trata de implementar cambios radicales (algo poco realista, además); no es cuestión de “todo o nada”. Cualquier pequeño cambio contribuirá a reducir los factores de riesgo de demencia. Del mismo modo que, como hemos comentado, los factores de riesgo interactúan entre sí pudiendo amplificar su efecto, los cambios positivos también suman para producir efectos beneficiosos.
Estos son algunos consejos para implementar en el día a día para actuar sobre los factores de riesgo de demencia:
- Modificar algunos hábitos cotidianos. Es importante evitar los excesos, como en el consumo de alcohol, no fumar, establecer rutinas que favorezcan un sueño reparador y procurar no caer en el estrés crónico.
- Adoptar una dieta mediterránea. Es la más recomendada, porque es un modelo de nutrición saludable y equilibrada, que aporta los nutrientes y vitaminas necesarios, además de ser adaptable a las distintas alteraciones que ponen en jaque a la salud cardiovascular y ayuda a mantener un peso saludable.
- Incorporar la actividad física en el día a día. Además de los beneficios de practicar cualquier deporte adaptado a nuestros gustos y posibilidades, hay otras opciones para incorporar la actividad física en nuestra vida cotidiana. Salir a pasear, hacer las tareas de casa o jugar con los niños también cuentan como minutos de ejercicio diario.
- Mantener la actividad cognitiva y social. Este tipo de actividades potencian la resistencia de nuestras neuronas a las alteraciones patológicas. Es clave mantener activo nuestro cerebro y trabajar nuestra reserva cognitiva, por ejemplo, con retos mentales, que nos supongan un cierto esfuerzo, y con nuevos aprendizajes. Además, es importantísimo no abandonar las relaciones sociales. La actividad social nutre la actividad cognitiva cerebral y puede alejarnos de algunas patologías mentales perjudiciales para la salud del cerebro.
- Realizar las revisiones médicas pertinentes. Además del control de posibles enfermedades o patologías, es importante hacerse chequeos regulares de la capacidad auditiva y visual y, de ser preciso, hacer uso de las medidas de corrección adecuadas (audífonos, gafas…) o seguir los tratamientos indicados para disfrutar de una buena conexión con nuestro entorno y no privar al cerebro de estimulación. Es fundamental recordar también que el estado de ánimo y, en general, la salud mental, son piezas clave de nuestro bienestar y calidad de vida.
Intervenir sobre los factores de riesgo de Alzheimer y de demencia es una cuestión global
Diversos estudios y meta-análisis citados en el informe de la Comisión Lancet 2024 muestran que intervenir sobre los factores de riesgo de demencia, como tratar la hipertensión, reducir el consumo de alcohol, o usar audífonos para la pérdida auditiva, disminuye el riesgo de llegar a desarrollarla. Incluso si no todos los casos se pueden prevenir, estas acciones pueden retrasar su inicio, reduciendo significativamente el número de años vividos con discapacidad.
La prevención debe comenzar desde etapas tempranas de la vida, pero las intervenciones son efectivas en cualquier momento, así que nunca es tarde. Este enfoque de curso vital permite reducir riesgos en diferentes edades, maximizando los efectos a nivel poblacional.
Un aspecto clave que se destaca en el citado informe incide en que lograr esta reducción del 45% de futuros casos de demencia requiere intervenciones integradas: campañas de salud pública, políticas educativas, regulación ambiental y acceso equitativo a atención médica, así como acciones específicas dirigidas a las poblaciones con mayor carga de factores de riesgo de demencia. La responsabilidad no puede, de ningún modo, recaer exclusivamente en las acciones individuales de cada persona.