Incluso los aumentos pequeños de frecuencia cardiaca confieren un riesgo agregado
- netmd
- 15 de febrero de 2018
- Cardiología
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BOSTON, USA. Los cambios relativamente pequeños en la frecuencia cardiaca a lo largo del tiempo, incluso dentro del rango normal, se asociaron con un mayor riesgo de presentar desenlaces cardiovasculares y no cardiovasculares adversos en la población general, de acuerdo con los resultados de un nuevo estudio.[1]
Por cada aumento de 5 latidos por minuto en la frecuencia cardiaca desde la visita anterior al consultorio, el riesgo aumentó 12% para la mortalidad por todas las causas, 13% para la insuficiencia cardiaca incidente, 9% para el infarto de miocardio y 6% para el accidente cerebrovascular.
Del mismo modo, con cada aumento de 5 latidos por minuto en la frecuencia cardiaca el riesgo aumentó un 13% para la muerte de etiología cardiovascular, 12% para la muerte de etiología no cardiovascular y 8% para cáncer, según el estudio, publicado el 24 de enero en JAMA Cardiology.
“Una de las lecciones más importantes de esto, es que incluso en cohortes basadas en la comunidad relativamente saludables, este biomarcador en particular, que es fácil de medir y esencialmente gratuito, es extremadamente potente y extremadamente poderoso como predictor”, dijo el Dr. Scott D. Solomon, autor principal, del Brigham and Women’s Hospital, en Boston, Estados Unidos. “Creo que reforzará la necesidad de prestar atención a estos cambios”.
Los resultados concuerdan con estudios longitudinales en individuos sin enfermedad cardiovascular conocida, informes publicados y una publicación reciente del equipo, en el que una mayor frecuencia cardiaca en reposo y cambios temporales en la frecuencia cardiaca fueron asociados a peores resultados en pacientes con insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada en el estudio TOPCAT.
“Los nuevos datos extienden este concepto no solo a pacientes con insuficiencia cardiaca sino a la comunidad de pacientes en general”, dijo.
Los investigadores, dirigidos por el Dr. Ali Vazir, del Brigham and Women’s Hospital, en Boston, Estados Unidos, utilizaron datos electrocardiográficos de 15.680 participantes en el estudio multiétnico ARIC (Riesgo de ateroesclerosis en las comunidades) para evaluar la frecuencia cardiaca basal en reposo, la frecuencia cardiaca actualizada con el tiempo (valor de FC más reciente medido antes de la ocurrencia de un evento o el fin del estudio) y los cambios en la frecuencia cardiaca en comparación con la visita anterior. Se calcularon los cambios en la frecuencia cardiaca (no solo entre dos puntos, como se hace normalmente, sino entre cuatro visitas al consultorio) con una media del intervalo entre visitas de 3 años. Los resultados se registraron a lo largo de 28 años de seguimiento.
En la primera visita al consultorio, aproximadamente un tercio de los participantes era hipertenso, un cuarto fumador y el 10,5%, 3,4% y 1,6 % utilizaban fármacos reductores de la frecuencia cardiaca, como betabloqueantes, antagonistas del calcio, y digoxina, respectivamente. Más de la mitad (55,2%) de los participantes eran mujeres, 26,9% eran afroamericanos, y la frecuencia cardiaca promedio fue de 67 latidos por minuto.
Como una covariable continua en los análisis ajustados, los aumentos en la frecuencia cardiaca en comparación con la visita anterior se asociaron con todos los resultados. Los resultados también mostraron una relación casi lineal entre el cambio en la frecuencia cardiaca y la mortalidad por todas las causas y la insuficiencia cardiaca incidente, de modo que cualquier aumento en la frecuencia cardiaca superior a 1 latido por minuto desde la visita previa parece aumentar significativamente el riesgo, escriben los autores.
Aunque la frecuencia cardiaca es una parte integral del examen físico, “creo que tendemos a no prestarle mucha atención a menos que se encuentre dramáticamente fuera del rango normal”, dijo el Dr. Solomon.
“Una frecuencia cardiaca en reposo que ha aumentado de 60 a 75 latidos por minuto en un periodo de uno o dos años, es posible que no le prestemos atención en absoluto, pero si ha habido un cambio en este periodo, los resultados del estudio sugieren que este aumento presagia un peor pronóstico para estos pacientes”, agregó.
Notablemente, cualquier disminución en la frecuencia cardiaca desde la visita anterior se asoció significativamente con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, mientras que una caída de más de 12 latidos por minuto se asoció significativamente con un menor riesgo de insuficiencia cardiaca.
Los incrementos temporales en la frecuencia cardiaca a lo largo del tiempo pueden reflejar una mayor actividad simpática, mientras que una frecuencia cardiaca más baja puede reflejar una mejor función cardiaca, una mejor condición física o un menor tono simpático, sugieren los autores.
Dicho esto, “no quiero dar la impresión de que solo la elevación de la frecuencia cardiaca es mala, a veces la reducción de la frecuencia cardiaca puede ser mala”, comentó el Dr. Solomon. “Ciertamente puede haber personas que tienen una frecuencia cardiaca demasiado baja, y eso puede deberse a una enfermedad del sistema de conducción y en casos extremos pueden requerir de un marcapasos”.
Los autores también señalan que los fármacos que reducen la frecuencia cardiaca pueden explicar las reducciones en la frecuencia cardiaca, en especial porque el uso de betabloqueantes fue muy frecuente durante el estudio. Para la cuarta visita, el porcentaje de pacientes que informaron el uso de betabloqueantes, antagonistas del calcio y digoxina aumentó a 12,8%, 13,2% y 2,5%, respectivamente.
El uso de betabloqueantes en cualquier momento durante el estudio atenuó la relación entre el cambio en la frecuencia cardiaca, la frecuencia cardiaca actualizada con el tiempo y la mortalidad por todas las causas, por lo que ya no era significativa.
La razón por lo que esto ocurre no está clara. “Este hallazgo no concuerda con los resultados de los análisis previos en nuestro grupo de pacientes con insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada o reducida”, escriben los autores.
Al igual que con otros estudios epidemiológicos, el análisis no puede determinar la causalidad, dijo el Dr. Solomon. Sin embargo, es un argumento para mejorar la aptitud cardiovascular a través del ejercicio y la monitorización de la frecuencia cardiaca continua con dispositivos portátiles, como AppleWatch y Fitbit.
“Lo emocionante de todo este asunto es que ahora tenemos estos dispositivos portátiles, que cada día se vuelven más económicos y precisos, y que pueden monitorizar la frecuencia cardiaca a lo largo del tiempo y en relación con la actividad”, dijo. “Sospecho que solo es cuestión de tiempo para que este tipo de información esté disponible para nuestros médicos, y podamos observar las tendencias reales de la frecuencia cardiaca en pacientes y utilizar este biomarcador de una manera más significativa”.
Patrice Wendling
Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:
https://espanol.medscape.com/verarticulo/5902351