Lesión del ligamento cruzado anterior de rodilla
- netmd
- 12 de julio de 2017
- Traumatología y Cirugía Ortopédica
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LESIÓN DEL LIGAMENTO CRUZADO ANTERIOR DE RODILLA
Con frecuencia escuchamos que algún conocido tuvo “ruptura del cruzado anterior”, pero ¿qué es a ciencia cierta esta lesión, a qué se debe y cómo se trata? Los ligamentos son tejidos fibrosos resistentes que unen hueso con hueso dándole estabilidad a las articulaciones. El Ligamento Cruzado Anterior (LCA) se encuentra en el interior de la rodilla, uniendo la tibia (hueso de la pierna) con el fémur (hueso del muslo). Su función principal es impedir que la tibia se desplace hacia adelante (traslación tibial anterior) pero también participa en la estabilidad rotacional de dicha articulación.
Hay varios mecanismos por los cuales puede producirse la lesión del LCA: recibir un golpe fuerte sobre la rodilla durante la actividad deportiva o en un accidente, caer luego de un salto con las
rodillas hacia adentro, o realizar alguno de los siguientes gestos bruscamente: torcer la rodilla teniendo el pie apoyado firmemente sobre el suelo, extender demasiado la rodilla (hiperextensión), realizar un cambio rápido en la dirección de la rodilla al desacelerar la carrera.
La lesión del LCA puede ser total o parcial, es decir, que el ligamento se “corte” completamente o que lo haga sólo una de sus dos bandas. Así mismo, puede ser una lesión aislada (sólo lesión del LCA) o estar acompañada de ruptura de meniscos, daño del cartílago articular y/o ruptura de otros ligamentos de la rodilla. En los niños y adolescentes es más frecuente la avulsión distal del mismo (arrancamiento de la inserción del LCA en la tibia) que la ruptura ; esto se debe a que el esqueleto de los prepúberes es aún inmaduro y tiene zonas de debilidad ósea como lo son las espinas tibiales (sitio de inserción en la tibia).
¿Qué es lo que se siente cuando uno sufre ruptura del LCA?
Se siente un dolor súbito en la rodilla, puede o no acompañarse de un chasquido o ruido en la articulación; luego se agrega aumento del volumen de la articulación (tumefacción) y sensación de que “la pierna se me va” (inestabilidad). Hay dificultad para apoyar la pierna afectada y la marcha se altera por el dolor y la inestabilidad articular. Los deportes que tienen mayor incidencia de lesión de LCA en nuestra sociedad son los deportes de contacto (fútbol y rugby); continúan en frecuencia el hockey, básquet y vóley debido a que presentan movimientos que ponen en riesgo a dicho ligamento (pivoteo, cambios bruscos de dirección, saltar y caer).
El diagnóstico de la lesión del LCA se hace por medio del interrogatorio (el paciente relata cómo se sucedieron las cosas al momento de la lesión) y del examen físico: inspección de la rodilla afectada, movilidad de la misma y maniobras específicas que realiza el médico para constatar la indemnidad o lesión del LCA y evaluar la existencia de afecciones agregadas. Las radiografías son de utilidad para descartar fracturas así como la avulsión de las espinas tibiales. El diagnóstico se confirma con una resonancia magnética, la cual informará la magnitud de la ruptura (total o parcial) y la presencia de lesiones asociadas. La decisión de qué conducta terapéutica es la más indicada, la deberá tomar el médico analizando a cada paciente en particular, teniendo en cuenta los siguientes factores: edad, tipo de lesión del LCA (parcial o total), presencia de lesiones asociadas, nivel de demanda física del paciente (deportiva y/o laboral), inestabilidad subjetiva (sensación de “rodilla floja” que siente el individuo), antecedentes del paciente. En la mayoría de los casos, el tratamiento es quirúrgico; el mismo consiste en la reconstrucción del ligamento lesionado con un injerto tendinoso del propio paciente o de un banco de tejidos.
Hoy en día están en vigencia distintas técnicas de reconstrucción del LCA; se optará por una de ellas según las necesidades de cada caso. Si bien la cirugía es artroscópica (mini invasiva), se trata de un procedimiento de alta complejidad, donde se necesitarán materiales específicos para la fijación del injerto al hueso (tornillos de titanio o biodegradables, entre otras opciones) y en el cual no se está exento de complicaciones como rechazo del injerto, trombosis de miembros inferiores e infecciones.
Tan importante como la cirugía es la rehabilitación pre y post quirúrgica. En el trabajo con el kinesiólogo inmediatamente posterior a la lesión y previo a la cirugía, el objetivo es devolverle a la rodilla su movilidad completa y fortalecer la musculatura del miembro afectado. Posterior a la reconstrucción, tras un período de reposo e inmovilización, se retoma el trabajo con el kinesiólogo para restablecer el funcionamiento articular primero y hacer un retorno progresivo a la actividad deportiva y/o laboral después.
La evolución del conocimiento en las últimas décadas, ha permitido contar con técnicas quirúrgicas más seguras. En los Estados Unidos de Norteamérica se realizan 250.000 procedimientos de reconstrucción de dicho ligamento por año, aproximadamente; con un 90% a 95% de resultados satisfactorios, cifras similares a las nacionales. El gran problema se plantea en las posibles secuelas; entre ellas se encuentra la artrosis secundaria a la lesión del LCA, que tiene un perfil absolutamente personal: hay pacientes que no presentan ningún signo o síntomas de artrosis de rodilla luego de la cirugía y otros que padecen este fenómeno degenerativo. No hay que dejar de tener en cuenta todas las implicancias sociales, económicas y de salud que esto provoca con el devenir de los años. Actualmente, se está trabajando en la prevención de la lesión del LCA con programas de entrenamiento específicos para disminuir la frecuencia de su ruptura, ya que es un verdadero flagelo. El aumento de la incidencia de esta afección es, sin dudas, consecuencia de los cambios en el estilo de vida, la competitividad, y la falta de adaptación física a los excesivos requerimientos a que sometemos nuestro organismo.La evolución biológica y el conocimiento científico, deberían aportar soluciones más radicales.
Agradecemos por compartir este artículo a sus autores: Dr. José Luis Aparicio, Dr. Lisandro Nardin y Dr. Matías Savá. Del departamento de rodilla y deporte, Sanatorio MAPACI, Rosario, Santa Fe.