Monitorización clínica del paciente con esclerosis múltiple a través de la tecnología digital, un campo en plena revolución

Introducción. 

A pesar de los grandes avances acontecidos en el área del diagnóstico y el tratamiento de la esclerosis múltiple (EM), pocos cambios se han gestado respecto al seguimiento clínico. La escasez de tiempo y espacio en la práctica clínica dificulta la valoración de síntomas invisibles y ciertos síntomas motores, como la destreza manual y la capacidad de marcha, que presentan un claro impacto en la situación funcional del paciente.

Objetivo. 

Revisar el papel potencial de las herramientas tecnológicas en la monitorización clínica del paciente con EM.

Desarrollo. 

Se realizó una búsqueda bibliográfica a través de PubMed, seleccionando los estudios centrados en biosensores y herramientas digitales destinadas a la evaluación de la situación funcional general, y de aspectos concretos de la enfermedad o de determinados sistemas funcionales.

Resultados. 

Diferentes herramientas digitales en formato de biosensores, aplicaciones móviles o web, tanto de uso remoto como hospitalario, autocumplimentadas o administradas por el personal sanitario, parecen ofrecer una visión más ‘completa y real’ de la situación funcional de los pacientes. Algunos estudios han demostrado que la tecnología digital es capaz de detectar la progresión subclínica de la discapacidad, que las pruebas tradicionales, incluyendo la Escala expandida del estado de discapacidad, no consiguen reflejar, lo que favorece la adopción de medidas y acciones terapéuticas apropiadas de forma temprana y personalizada.

Conclusiones. 

Las herramientas digitales, capaces de brindar información clínica amplia y detallada, podrían ocupar un papel importante en la toma de decisiones y el seguimiento clínico del paciente afecto de EM.

Introducción

En los últimos años se han producido grandes avances en cuanto al proceso diagnóstico [18] y al abordaje terapéutico en el campo de la esclerosis múltiple (EM) [911].

Sin embargo, respecto al seguimiento clínico, desde el año 1983, cuando Kurtzke introdujo la Escala expandida del estado de discapacidad (EDSS) [12], pocos cambios en la práctica clínica se han gestado a este nivel. Si bien la EDSS consolidó su papel como herramienta de referencia a la hora de evaluar la situación funcional de los pacientes con EM, en una encuesta realizada recientemente, sólo un 25% de los neurólogos especialistas en el área respondió que la utilizaba de forma rutinaria, porcentaje que se redujo al 17% al preguntar específicamente si incluían la medición de la capacidad de marcha [13]. Entre las diferentes desventajas señaladas a lo largo del tiempo, cabe mencionar la baja fiabilidad interobservador, la exigencia de un consumo importante de tiempo y espacio, el hecho de reflejar un momento puntual de la situación funcional del paciente, que muchas veces no se correlaciona con su rendimiento físico a lo largo del día, y el evaluar fundamentalmente aspectos físicos y de capacidad de la marcha, sin incluir la valoración de áreas ‘no visibles’ de la enfermedad, como la cognición, el estado emocional, la fatiga, etc. [14,15]. Con la intención de mejorar la valoración funcional del paciente con EM, en 1994 se diseñó el Multiple Sclerosis Functional Composite (MSFC) como herramienta multidimensional, integrando test de velocidad de la marcha, destreza manual, velocidad de procesamiento de información y contraste visual. Si bien su correlación con la EDSS se ha estudiado ampliamente, su principal desventaja, además de precisar personal técnico debidamente entrenado y un tiempo medio de 20 minutos para su administración, es la utilización de Z-scores como medida de resultados, muy poco familiar para la mayoría de los clínicos. Su uso actualmente se limita, básicamente, al área de la investigación [16,17].

Basándonos en ello, podemos afirmar que, a pesar del paso de los años, continúa siendo difícil monitorizar con precisión la situación clínica de los pacientes. Concretamente, resulta complejo precisar el momento del inicio de una fase secundaria progresiva de la enfermedad, la presencia de progresión/empeoramiento en los fenotipos progresivos, así como determinar con exactitud la aparición de ciertos brotes o recaídas en las formas recurrentes que muchas veces se malinterpretan como fluctuaciones clínicas [18,19]. En este sentido, la tecnología digital podría ocupar un papel fundamental, brindando información detallada en el tiempo y el espacio sobre la experiencia real de la vida diaria de los pacientes, capturada de forma continua e independiente del evaluador, mejorando la atención personalizada [20] (Figura).

L. Midaglia, J. Sastre-Garriga, X. Montalban

Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:

https://neurologia.com/articulo/2021136