Nutrición, riesgo de enfermedad cardiovascular y cambio climático

La nutrición es un tema cada vez más habitual en los medios de comunicación. La gran mayoría de los medios incluyen artículos sobre recetas y recomendaciones alimentarias que responden al creciente interés de la sociedad en la alimentación. Se proponen dietas y alimentos milagrosos y se crean falsas ilusiones sobre propiedades terapéuticas o preventivas de determinados alimentos. Además, el cambio climático, que cada vez es más acusado, ha provocado el interés por una alimentación que además de saludable para las personas lo sea para el planeta, es decir, una alimentación sostenible y saludable1. En 2015, los líderes mundiales de las Naciones Unidas adoptaron un conjunto de objetivos (Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030)2 entre los que se incluye el de Salud y Bienestar (objetivo 3), la Producción y el Consumo Responsable (objetivo 12) y la Acción por el Clima (objetivo 13).

Por ello, cada día es más necesario que las recomendaciones alimentarias deben ser rigurosas y estar basadas en sólidas evidencias científicas que tengan en cuenta la salud de la población y a la vez la salud del planeta (fig. 1).

Probablemente, el mayor estudio colaborativo internacional que muestra el enorme efecto de la alimentación sobre nuestra salud, y en particular de la enfermedad cardiovascular (ECV) es el «Health effects of dietary risks in 195 countries, 1990-2017»3 (GBD, 2019), publicado recientemente en Lancet. En este estudio se evalúa en personas mayores de 25 años de 195 países de diferentes áreas geográficas de Asia, Europa, África y el Caribe, el efecto de 15 alimentos y nutrientes sobre la mortalidad por enfermedades crónicas. Globalmente, en 2017, los factores alimentarios fueron responsables de 11 millones de muertes (22% del total), es decir que casi una de cada 4muertes en el mundo es atribuible a una causa alimentaria. Las ECV fueron la principal causa de muerte asociada a la alimentación, con 10 millones de muertes, seguidas por el cáncer, con 913.090 muertes, y por la diabetes tipo ii con 338.714 muertes.

El análisis del efecto de cada uno de los 15 alimentos mostró que la alta ingesta de sodio fue la principal causa, con 3 millones de fallecimientos, seguida por la baja ingesta de cereales integrales, con 3 millones de muertes, y de frutas, con 2 millones de fallecimientos. Este estudio mostró además que el daño es aún mayor en las poblaciones de más bajos recursos económicos.

En uno de los mayores metaanálisis sistemático realizados4, de 95 cohortes de diversos países del mundo, se evidenció que por cada 200g/día de consumo de frutas y hortalizas el riesgo de enfermedad coronaria disminuía un 8% y el riesgo de ictus un 16%, con un efecto dosis-respuesta que se alcanzaba hasta 800g/día de consumo, por encima de la cual no había beneficio adicional.

Otro reciente metaanálisis de 45 estudios de cohorte5 mostró que por cada 90g/día de consumo de cereales integrales ocurría una reducción del 16% en la incidencia de enfermedad coronaria y del 16% en la incidencia de ictus.

En el estudio PREDIMED6, un ensayo de intervención controlado y aleatorizado realizado en España y publicado en una de las revistas médicas de mayor factor impacto del mundo, se incluyó a 7.747 participantes de edad media o avanzada con factores de riesgo de ECV. Este estudio permitió demostrar que una intervención con dieta mediterránea (DM) suplementada con aceite de oliva o nueces se asociaba a un riesgo cardiovascular un 30% inferior que una dieta control en la que se aconsejaba la reducción del consumo de grasa.

Carlos A. González Svatetz

Investigador emérito, Unidad Nutrición y Cáncer, Instituto Catalán de Oncología (ICO-IDIBELL), Barcelona, España

Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:

https://www.elsevier.es/es-revista-clinica-e-investigacion-arteriosclerosis-15-articulo-nutricion-riesgo-enfermedad-cardiovascular-cambio-S0214916822000663