Nutrientes y alimentos en la esclerosis múltiple

Resumen

La alimentación influye en la mejora de la sintomatología de cualquier enfermedad, incluida la esclerosis múltiple (EM),la cual, se caracteriza por un proceso inflamatorio crónico, autoinmune del sistema nervioso central generando situaciones como inflamación, alteraciones; digestivas y mentales, discapacidad, y fatiga. El propósito de la presente revisión fue identificar la evidencia científica sobre los aspectos nutricionales que mejoran la progresión de EM. La metodología consistió en la búsqueda de literatura, en bases de datos electrónicas, referente a nutrición y esclerosis múltiple, principalmente entre los años 2015-2020. Entre los resultados de los aspectos nutricionales que mostraron eficacia en mejorar la progresión de EM, se encuentran el zinc, vitamina D, fibra, probióticos, aceite de pescado y de oliva, cacao, cúrcuma, y salmón. Existen evidencias del papel inmunomodulador del Zn y de la vitamina D en la inhibición de la producción de citocinas proinflamatorias. Niveles bajos de ambos componentes se asocian con mayor riesgo de padecer EM. Otros componentes de interés nutricional son la fibra y probióticos; producen ácidos grasos de cadena corta, con propiedades antiinflamatorias. La primera se conoce por su papel en la motilidad gastrointestinal y los segundos por su acción celular y molecular en procesos inflamatorios, y modulación del microbioma, por mencionar algunos. Los aspectos nutricionales antes mencionados pueden contribuir a modular la inflamación y mejorar la fatiga. Finalmente, este documento genera un panorama importante para continuar con la investigación referente a la influencia de la alimentación en pacientes con EM.

Introducción

La EM es una enfermedad desmielinizante crónica-inflamatoria que afecta al sistema nervioso central (SNC). El proceso de desmielinización ocurre por mecanismos inmunitarios anormales (1), si la pérdida de mielina es total, la transmisión del impulso nervioso se bloquea completamente, si es parcial los impulsos se transmiten de forma lenta e irregular dando lugar a los síntomas de la enfermedad (2). Los cuales son: deterioro (motor, visual, y cognitivo), problemas sensoriales, dolor, y fatiga (3). Estos se caracterizan por pérdida de las funciones sensoriales y motoras (4, 5), constituyendo la principal causa de discapacidad neurológica, de características no traumáticas en hombres y mujeres, de entre 20 – 40 años (6).

La prevalencia de la EM ha aumentado en la última década, afectando a 2,1 millones de personas en el mundo (7). En países de América Latina, la prevalencia se estima entre 5,05 y 7,7, (Ecuador, Panamá, Perú) (8-11) aunque en una región de Argentina se reportaron hasta 88 casos por 100,000 habitantes (hab) (12).

En México la prevalencia para la enfermedad, varía entre 1,5 y 13 casos por 100 000 hab (13). Se han descrito cuatro formas de evolución de la EM (14). Remitente recurrente (RR) es la forma más común, Secundaria progresiva (SP), Primaria progresiva (PP) y Progresiva recurrente (PR): Diversos factores, entre ellos ambientales (menor exposición a la luz solar, latitud) y genéticos, aumentan el riesgo a padecer EM, la presencia del polimorfismo en el gen HLA.DRB*1501 se ha relacionado con la misma (15). Otros factores pueden jugar un papel importante en el desarrollo de la enfermedad como, daño al cerebro, infecciones virales previas, inactivación física, obesidad en la niñez y adolescencia, hábitos tabáquicos, bajos niveles de vitamina D y características de la dieta (16).

Se ha demostrado que una alimentación adecuada o dieta saludable, tiene efecto antiinflamatorio y puede mejorar el curso de enfermedades crónicas, como EM, contribuyendo a la mejora de los síntomas. Además, existen reportes que consideran a la dieta un factor importante para determinar el riesgo y la progresión de la enfermedad (17).

Algunos elementos como el zinc participan en la conductividad sináptica, en la corteza cerebral e hipocampo (18). Así mismo, una dieta alta en grasas induce la liberación de marcadores de inflamación cerebral con acciones proinflamatorias en los mismos tejidos. Comorbilidades vasculares y metabólicas como hipertensión y obesidad incluida la hipercolesterolemia están asociadas con un riesgo incrementado de desarrollar EM y su rápida progresión (19).

En la EM, el factor nuclear de transcripción-kB (NF-kB) y la proteína activadora (AP-1) se encuentran activados e inducen la expresión de varios genes y moléculas proinflamatorias, la ingesta de algunos ácidos grasos saturados y trans saturados, considerados como agentes proinflamatorios, favorecen esta situación; por lo que una dieta hipocalórica puede ser benéfica para quienes padecen esta patología (20).

Considerando la implicación de la alimentación en los procesos inflamatorios, es importante indagar sobre la contribución de los componentes nutricionales en el manejo de la enfermedad. La presente revisión tiene como propósito identificar la evidencia científica sobre los aspectos nutricionales que mejoran la progresión de la EM. 

Virginia Sedeño Monge1, Eduardo Andrés Fabre Palacios1, Cristina López García1, María de Lourdes Meza Jiménez2

  1. Facultad de Medicina, Decanato de Ciencias de la Salud. Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Puebla, Pue., México.
  2. Facultad de Nutrición, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Puebla, Pue., México.

Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:

Nutrientes y alimentos en la esclerosis múltiple (alanrevista.org)