Oligosacáridos y polisacáridos no digeribles: una fuente de salud para los adultos mayores

RESUMEN

Los adultos mayores son especialmente vulnerables a sufrir enfermedades asociadas al tracto gastrointestinal, ya que el envejecimiento conlleva naturalmente a un desbalance en la diversidad y cantidad de los microorganismos presentes en el intestino. Por ello, la suplementación de su dieta con oligosacáridos y polisacáridos no digestibles (OPND) ha cobrado gran relevancia científica. Esto, con el propósito de prevenir y revertir, en parte, los cambios negativos en la microbiota intestinal derivados del envejecimiento. Se ha observado que la suplementación de OPND en adultos mayores genera variados beneficios, entre los que destacan una mejora en el sistema inmune, una mayor absorción de calcio, reducción en la incidencia de alergias, reducción de la constipación y una disminución en los niveles de glicemia y colesterol sanguíneos. Debido a que, los efectos del consumo de OPND en adultos mayores han sido escasamente discutidos en la literatura científica en idioma castellano, el propósito de esta revisión es abordar el tema haciendo énfasis en la realidad chilena y latinoamericana. Ello, con miras a fomentar la incorporación de OPND en alimentos y programas de alimentación dirigidos específicamente a personas de la tercera edad.

INTRODUCCIÓN

La utilización de oligosacáridos y polisacáridos no digeribles (OPND) toma cada vez más fuerza en la industria de alimentos latinoamericana. Esto, debido a que dichos compuestos son considerados ingredientes funcionales, vale decir, proveen beneficios a la salud que van más allá de su función nutricional1. Así, su incorporación en alimentos formulados es particularmente favorable para los consumidores. En la figura 1 se presentan los principales beneficios derivados del consumo OPND en adultos mayores. Los mecanismos de acción de estos compuestos son discutidos a lo largo de este artículo utilizando un enfoque de revisión narrativa2.

Los OPND son carbohidratos que no pueden ser digeridos ni absorbidos en el tracto intestinal superior. Por ello, llegan intactos al colon, donde son fermentados por la microbiota allí presente3. Esto genera una gran variedad de efectos fisiológicos favorables en los consumidores, entre los cuales destacan: una reducción del estreñimiento, una disminución en el riesgo de contraer cáncer de colon y un descenso en los niveles sanguíneos de colesterol, triglicéridos y glucosa; lo cual redunda en una menor incidencia de enfermedades coronarias3,4,5,6. Además, se ha observado que el consumo de OPND fomenta una mayor saciedad, la pérdida de peso corporal, la absorción de minerales, provoca una mejora en el sistema inmune y un incremento en la población de lactobacilos y bifidobacterias en el intestino grueso3,4,5,6.

Las bondades de los ingredientes funcionales, y en particular de los OPND, adquieren mayor relevancia cuando se toma en consideración el estilo de vida contemporáneo occidental en el cual estamos inmersos. Este conlleva, en mayor o menor medida, altos niveles de estrés, sedentarismo, malnutrición, tabaquismo y un alto consumo de bebidas alcohólicas por parte de la población1,7. Lo anterior se traduce en problemas de salud directamente ligados a los hábitos y al estilo de vida como, por ejemplo, obesidad, diabetes, cáncer, enfermedades coronarias, cirrosis y alergias1,7. Siendo todas ellas enfermedades no transmisibles (ENT) que tienen muy alta prevalencia en Latinoamérica, especialmente en los sectores más vulnerables de la sociedad8. Frente a este escenario, el desarrollo de políticas públicas que favorezcan el consumo OPND y otros ingredientes funcionales ha sido propuesto como una herramienta para contribuir a frenar el avance de dichas afecciones en la población. Esta estrategia, ha sido positivamente valorada por los consumidores, las organizaciones gubernamentales, los medios de comunicación y por la industria alimentaria9. En este contexto, es importante enfatizar que los OPND no son fármacos desarrollados en un laboratorio para curar dichas afecciones. Por el contrario, son compuestos que se encuentran naturalmente en una gran variedad de alimentos tradicionalmente consumidos por la población, tales como frutas, verduras, hortalizas, leguminosas, granos y algas6,10. Así, su incorporación en alimentos procesados cumple más bien un rol de suplementación en la dieta contemporánea occidental. Puntualmente, en el caso de Chile la suplementación de ingredientes funcionales en alimentos procesados resulta una estrategia interesante de evaluar, ya que menos del 5% de la población chilena tiene un consumo saludable de alimentos y la mayor parte presenta un alto consumo de lípidos y carbohidratos refinados11. Además, se ha reportado que el mayor costo de los alimentos saludables determina la selección de los alimentos en segmentos de menores ingresos socioeconómicos11. Por otro lado, los OPND son atractivos para la industria de alimentos, porque además de lo previamente señalado, su producción suele estar asociada a la revalorización de desechos y/o subproductos de la misma industria, permitiendo el desarrollo de procesos basados en los conceptos de economía circular12,13,14 y química verde1; paradigmas, que hoy por hoy, toman cada vez más fuerza en el sector productivo. En la tabla 1, se presentan ejemplos de alimentos procesados en los cuales se han incorporado OPND y las propiedades funcionales que su adición en ellos les confiere15,16,17,18. En esta tabla, es posible apreciar que los OPND no sólo otorgan a los alimentos la capacidad de modular positivamente la salud de los consumidores sino que también, mejoran la textura y la palatabilidad de los alimentos, y permiten el remplazo parcial de azúcares y grasas, reduciendo el contenido calórico de los productos en los que son incorporados15,16,17,18.

Desde que las primeras evidencias de la actividad biológica de los OPND surgieron, hasta su incorporación a gran escala en alimentos, han transcurrido cerca de seis décadas. Entre los reportes pioneros respecto del uso de los OPND como ingredientes funcionales, se encuentra el trabajo de Petuely19, quien en 1957 demostró el rol de la lactulosa como compuesto bifidogénico y modulador del sistema inmune en recién nacidos alimentados con fórmulas lácteas suplementadas con este disacárido sintético. En Japón, 20 años después se propuso formalmente la suplementación de las fórmulas para recién nacidos con galacto-oligosacáridos20. Esto, porque la leche de vaca, que es la base de las fórmulas infantiles, no posee una cantidad apreciable de oligosacáridos no digestibles, lo cual impacta negativamente en el desarrollo de la microbiota y en el sistema inmune de los recién nacidos20. Entre 1984 y 1995, con apoyo gubernamental, se llevaron a cabo en Japón estudios masivos respecto de los efectos fisiológicos de los alimentos y con base en esta evidencia científica, se estableció en 1991 un marco regulatorio pionero para los alimentos funcionales21. En éste, se estipula que si un alimento funcional posee suficiente evidencia que apoye un efecto positivo en la salud, puede ser aprobado por el gobierno como FoSHU (Food for Specified Health Uses) y ser comercializado con reivindicaciones específicas respecto de sus efectos favorables en la salud22. La aparición de esta nueva regulación en Japón promovió la incorporación de numerosos OPND en diversas matrices alimentarias22,23,24. Esta tendencia, se propagó vertiginosamente al resto del mundo. El concepto de alimento funcional aparece nítidamente en Europa a finales de 1990 y se consolida durante la siguiente década, expandiéndose rápidamente a los mercados de América del Norte y Latinoamérica25. Si bien, inicialmente el uso de los OPND estuvo ligado a la suplementación de fórmulas lácteas para recién nacidos e infantes, rápidamente también se consideró su aplicación en la suplementación de la dieta de adultos mayores26,27,28,29,30. Esto, con el propósito de prevenir y revertir los cambios negativos en la microbiota intestinal (MI) relacionados con el envejecimiento, los que redundan en alteraciones en la función del tracto gastrointestinal, de la dieta y de la reactividad del sistema inmune4,26,31,32.

Debido a que los efectos del consumo de OPND en adultos mayores han sido escasamente discutidos en la literatura científica en idioma castellano, el propósito de esta revisión es abordar el tema haciendo énfasis en la realidad chilena y latinoamericana. Ello, con miras a promover la incorporación de OPND en alimentos y programas de alimentación dirigidos específicamente a personas de la tercera edad. Esto, creemos cobra gran relevancia en un país como Chile, que al igual que en muchos otros, está experimentando una inversión de su pirámide poblacional.

Carlos Vera1 

Claudia Ubilla2

Cecilia Guerrero2

Jessica López3

Jennyfer Flórez-Méndez4

Rubén Bustos5

1Departamento de Biología, Facultad de Química y Biología. Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile.

2Escuela de Ingeniería Bioquímica. Facultad de Ingeniería. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, Chile.

3Escuela de Alimentos. Facultad de Ciencias Agronómicas y de los Alimentos. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, Chile.

4Centro de Estudios de la Universidad de Santiago (CEUS Llanquihue). Universidad de Santiago de Chile. Llanquihue, Región de Los Lagos, Chile.

5Departamento de Ingeniería Química. Facultad de Ingeniería. Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile.

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Oligosacáridos y polisacáridos no digeribles: una fuente de salud para los adultos mayores (conicyt.cl)