Psoriasis, ¿una enfermedad sistémica?
- netmd
- 15 de agosto de 2022
- Alergología e Inmunología Clínica
- 0 Comments
La importancia del papel del sistema inmunitario en el combate frente a las diferentes amenazas exógenas y endógenas determina que, una alteración en este sistema dará lugar a fallos en la defensa del organismo que pueden desencadenar diversas enfermedades. Particularmente, un fallo en los mecanismos de reconocimiento endógeno por una pérdida de la autotolerancia en nuestro repertorio inmunológico dará lugar a fenómenos de autoinmunidad, que constituye la base de las enfermedades autoinmunes. Las enfermedades autoinmunes se tratan de un conjunto de alteraciones del sistema inmunológico con un mecanismo patológico difícil de descifrar, lo que complica tanto su detección, como el desarrollo de estrategias terapéuticas eficaces o específicas. Dentro de este tipo de enfermedades, destaca el lupus eritematoso sistémico (LES) caracterizado por la formación de autoantígenos nucleares e inmunocomplejos que se depositan en un principio en la piel, dando lugar a la conocida como piel de mariposa. Durante décadas se mantuvo la idea de que esta alteración autoinmune se trataba de una enfermedad que afectaba exclusivamente a la piel, y llevó casi 100 años demostrar que estos inmunocomplejos se depositan de forma generalizada afectando a un gran número de órganos. La afectación de órganos y tejidos vitales como los riñones, la sangre y el tejido nervioso pone de manifiesto la gravedad de esta y su capacidad de producir un daño sistémico irreparable. Otro ejemplo de las enfermedades que se engloban dentro del “ataque a lo propio” es la psoriasis. Pese a tratarse de una enfermedad con relativa gravedad, en comparación con el LES, estas dos enfermedades pueden compartir una serie de similitudes, como su naturaleza autoinmune, su afectación cutánea y otras características que serán expuestas posteriormente. Debido a ello, la psoriasis será la enfermedad del sistema inmunológico en la que se centrará nuestra atención, comenzando por su patogenia molecular y continuando con su recientemente descubierta afectación sistémica. La psoriasis es un trastorno infamatorio de la piel, crónica e inmunomediada que se caracteriza por la presencia de lesiones cutáneas en forma de placas eritematosas que normalmente aparecen en las manos, uñas, cara y cuero cabelludo. La patogenia de esta enfermedad es multifactorial, incluyendo factores inmunológicos, ambientales y genéticos, dentro de los cuales se han descrito numerosas variantes de riesgo dentro de los loci de susceptibilidad a psoriasis. La psoriasis se desencadena cuando estos factores genéticos y/o ambientales, como un trauma cutáneo, provocan la liberación de la catelicidina (LL-37), un péptido antimicrobiano producido por queratinocitos y neutróflos que activa a las células dendríticas plasmocitoides (pDC) a través de receptores tipo toll (TLR). Una vez activadas, y en conjunto con queratinocitos dañados, estas células producen las citoquinas proinfamatorias interferón α (IFN-α) y el factor de necrosis tumoral-α (TNFα), que posteriormente activan a las células dendríticas mieloides, e inducen su producción de interleucina (IL)-12 y IL-23. Estas dos citoquinas constituyen los principales activadores de los linfocitos T helper (Th)1 y Th17, respectivamente. Asimismo, el TNF-α estimula a las células dendríticas mieloides de forma autocrina. De esta forma, una vez iniciado el ciclo de infamación, este continúa de forma crónica, ya que tiene lugar la liberación de TNF-α por parte de las células Th1 y de IL-17 e IL-22 por parte de las células Th17. Por un lado, la IL-17 e IL-22 actúan regulando a al alza la proliferación de queratinocitos y a la baja su diferenciación, impulsando la hiperplasia epidérmica. Por otro lado, TNF-α e IL-17 inducen una activación continua de los queratinocitos, produciendo estos una variedad de citoquinas, quimiocinas y péptidos antimicrobianos que van a promover una respuesta proinflamatoria persistente (Figura 1) [1,2,3]. Se ha expuesto el importante componente infamatorio existente en la enfermedad, pero, sin embargo, ¿por qué se considera una enfermedad autoinmune? Diversos estudios han revelado la presencia de células T autorreactivas en la psoriasis, frecuentemente restringidas al HLA‐C*06:02, ya que se trata del principal alelo de riesgo en la psoriasis. Entre las posibles causas de aparición de estas células autorreactivas se han destacado: fenómenos de mimetismo molecular de proteínas de streptococos con queratinas de tipo I o la actuación del péptido antimicrobiano LL-37 como un autoantígeno capaz de activar el sistema inmunitario adaptativo de células T[2]. Asimismo, estudios recientes indican que en la mayoría de los pacientes con psoriasis las células T reguladoras son disfuncionales, incapaces de suprimir las respuestas y proliferación de las células T efectoras, por lo que esta ruptura de la tolerancia inmunitaria podría ser un indicativo de autoinmunidad[4]. Así, pese a que su mecanismo exacto se desconoce, se podría decir que existen evidencias suficientes para poder considerar que la psoriasis tiene carácter autoinmune, tratándose de una enfermedad que se encuentra dentro de las enfermedades infamatorias inmunomediadas (IMID) pero en el puente entre enfermedades autoinmunes y autoinflamatorias puras.
LUCÍA CASAS
Estudiante del Máster de Biotecnología Biomédica de la Universitat Politècnica de València
Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:
Pág 14
https://www.inmunologia.org/images/site/revista/Abril-Junio-2022/Revista_SEI41.2.pdf