Técnica de reparación de la placa plantar por abordaje dorsal

Resumen: 

La placa plantar (PP) es el principal estabilizador estático de la articulación metatarsofalángica (MTF). Su lesión o rotura, sobre todo a nivel del 2º radio, es muy frecuente y es causa de metatarsalgia, luxación MTF y deformidad progresiva en garra de los dedos. La detección precoz de esta patología y la instauración de tratamiento ortopédico en fases iniciales pueden prevenir su lesión irreversible y el desarrollo de la deformidad. Si fracasa el tratamiento conservador, o en fases más avanzadas, la reparación de la PP es una opción quirúrgica para estabilizar la articulación MTF. El objetivo de este trabajo es describir una técnica de reparación de la PP por vía dorsal asociada a una osteotomía de Weil, que en nuestra opinión ofrece ventajas al evitar la incisión plantar y permitir la realización de otras técnicas por el mismo abordaje. Se detallan también los cuidados postoperatorios.

Introducción

La placa plantar es el principal estabilizador estático de la articulación metatarsofalángica (MTF) de los dedos trifalángicos(1,2,3,4). Se trata de una estructura con forma trapezoidal, compuesta fundamentalmente por colágeno de tipo I con sus fibras distribuidas en dirección longitudinal. Tiene una longitud aproximada de 20 mm y una anchura media de 10 mm, en la segunda MTF. Su inserción proximal en el cuello metatarsal es algo más ancha (11 mm) pero más débil que la distal, en la base de F1 (9 mm)(1). A pesar de ello, la mayoría de las roturas ocurren cerca de su inserción distal por causas biomecánicas(5,6). También por estos motivos es la segunda articulación MTF la afectada con más frecuencia(5,6).

Su lesión es causa frecuente de metatarsalgia y su rotura evoluciona a subluxación o luxación de las articulaciones MTF y deformidad en garra de los dedos. Estudios en cadáver han evidenciado su atenuación o rotura siempre que existía luxación de la MTF(6,7).

La causa más frecuente de lesión es una sobrecarga crónica o traumatismos de repetición. También sinovitis o artritis inflamatorias de diferentes etiologías. Es habitual su asociación con alteraciones anatómicas (congénitas o adquiridas) predisponentes, que provocan dicha sobrecarga biomecánica(6,8).

Las lesiones agudas, por traumatismo directo o repetitivo, sobre todo en pacientes más jóvenes y relacionadas con el deporte, son menos habituales. Sin embargo, son más frecuentes las lesiones crónicas o progresivas en mujeres de mediana edad y asociadas a patología predisponente o por el uso habitual de calzado inapropiado.

Clínica y diagnóstico

En fases iniciales destaca el dolor plantar y dorsal en la articulación y es importante su sospecha clínica, ya que frecuentemente estos síntomas son relacionados con otra patología, como neuroma de Morton, bursitis, fracturas de estrés, etc. El diagnóstico es fundamentalmente clínico. El “test del cajón” positivo (Vídeo), la pérdida de contacto con el suelo (dedo flotante) y la disminución de fuerza de presión plantar (“test de la tira de papel”) son los signos que Nery(9) considera más fiables. La ecografía o resonancia magnética (RM) en manos expertas pueden resultar útiles para confirmar el diagnóstico, sobre todo en fases iniciales(10), antes de que progrese la deformidad. En estos estadios precoces el tratamiento ortopédico mediante calzadoterapia, soportes plantares y vendajes funcionales puede aliviar los síntomas y prevenir la evolución. En fases avanzadas suele mejorar o remitir el dolor inflamatorio articular, pero la deformidad progresa hasta la luxación MTF con o sin desviación en el plano horizontal. El paciente, en estos casos, consulta por la metatarsalgia mecánica, con características de segundo rocker o mixta, y la dificultad para el calzado por la deformidad ya estructurada que le provoca dolor o ulceración dorsal en relación con la garra interfalángica proximal (IFP) del dedo. En estos estadios la intervención quirúrgica será la única opción para corregir la deformidad y una de las alternativas es la reparación de la placa plantar. Coughlin y Nery describieron 4 tipos o grados de rotura, en función de los hallazgos anatómicos, y han podido relacionarlos con el estadio evolutivo y el grado de deformidad clínica(5,6,9,11,12).

Xavier Gascó Adrien

Hospital Son Llàtzer, Palma de Mallorca, España

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