¿Una mejor forma de administrar estimulación cerebral no invasiva?
- netmd
- 15 de febrero de 2018
- Neurología
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Los científicos pueden haber desarrollado una mejor forma de administrar estimulación cerebral no invasiva, según muestra una investigación preliminar.[1]
Investigadores de la NYU School of Medicine en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, creen que un nuevo método para administrar estimulación eléctrica transcraneal podría ofrecer una mayor eficacia que el método actual, que no es lo suficientemente fuerte como para afectar los circuitos cerebrales.
“En la comprobación actual sobre la estimulación eléctrica transcraneal, es poco probable que tenga un efecto directo sobre las neuronas en el cerebro. Por lo tanto, se deben buscar explicaciones alternas para explicar los supuestos efectos clínicos y conductuales”, dijo a Medscape Noticias Médicas el Dr. György Buzsáki, investigador principal, Ph. D., profesor de neurociencia.
La estimulación eléctrica transcraneal se está investigando como un posible tratamiento para diversas afecciones neurológicas y psiquiátricas.
Investigaciones anteriores de los científicos de NYU Langone cuestionaron los mecanismos ampliamente aceptados para la estimulación eléctrica transcraneal no invasiva, lo que sugiere que los protocolos actuales podrían no proporcionar la suficiente estimulación como para afectar la actividad neuronal en el cerebro humano.
El Dr. Buzsáki y sus colaboradores ahora muestran que un nuevo método de estimulación podría ser más efectivo para afectar los circuitos neuronales, y además han establecido un umbral mínimo de corriente requerido para afectar las oscilaciones cerebrales en las personas.
El estudio fue publicado en versión electrónica el 2 de febrero en Nature Communications.
Mejorador del tratamiento actual
En experimentos en ratas y cerebros de cadáveres humanos, los investigadores encontraron que aproximadamente el 75% de las corrientes aplicadas al cuero cabelludo son atenuadas por los tejidos blandos y el cráneo. Utilizando grabaciones intracelulares y extracelulares en ratas, determinaron que se necesita al menos un gradiente de voltaje de 1 mV/mm (magnitud de los campos eléctricos) para afectar a las neuronas.
“Aplicamos corrientes con electrodos tradicionales en cadáveres humanos y mostramos que los campos eléctricos inducidos son demasiado débiles con la estimulación comúnmente utilizada de 1 a 2 mA. También demostramos que se necesitan al menos de 4 a 7 mA para inducir el 1 mV/mm deseado”, dijo el Dr. Buzsáki a Medscape Noticias Médicas.
“En la estimulación eléctrica transcraneal se evitan corrientes superiores a 2 mA porque las intensidades más altas se asocian con sensación en la piel, fosfenos y otros efectos secundarios”, señalan los investigadores en su artículo.
Diseñaron un método de estimulación “de pulso corto interseccional” que permite la estimulación eléctrica transcraneal simultánea y el registro de la electroencefalografía del cuero cabelludo que concentra intensidades de corriente suficientemente altas en el cerebro, manteniendo relativamente bajas tanto la densidad de carga como la sensación en la superficie del cuero cabelludo.
Usando este método, “podríamos evaluar directamente y calibrar la intensidad necesaria para afectar los patrones cerebrales (ondas alfa occipitales). No hemos observado ningún efecto directo hasta 4 mA, pero demostramos que por encima de 4,5 mA podemos ver cambios directos e inmediatos en la amplitud de la oscilación alfa”, dijo el Dr. Buzsáki.
“Si el objetivo es estimular directamente las neuronas en el cerebro, que es el objetivo de la mayoría de las personas que trabajan en este campo, incluidos nosotros, tenemos que trabajar para descubrir nuevos métodos de estimulación que administren cargas suficientes en el cerebro pero que disminuyan el efecto en el cuero cabelludo. Nuestro nuevo protocolo y dispositivo de estimulación van en la dirección correcta, pero necesitan mejorarse y perfeccionarse”, agregó.
Megan Brooks
Para descargar la investigación completa haga clik a continuación:
https://espanol.medscape.com/verarticulo/5902377