Vacunas anticancerígenas personalizadas
- netmd
- 19 de octubre de 2017
- Oncología Médica
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El grupo de Ott y colaboradores vacunó a seis personas que previamente se habían sometido a cirugía para extirpar un tumor. Para diseñar vacunas personalizadas, los autores secuenciaron el ADN de las células tumorales y de células sanas de cada persona para identificar mutaciones específicas y determinar neoantígenos asociados. Luego usaron un algoritmo para predecir cuál de los neoantigenos se uniría firmemente a las proteínas MHC. Cada participante fue vacunado con vacunas péptidos sintéticos largos que representen hasta 20 neoantigenos específicos de cada paciente. Dichos péptidos se presentan a las células T por medio de la acción de las células presentadoras de antígenos del sistema inmunológico.
Por su parte, el grupo de Sahin y sus colegas utilizó un tipo similar de sistema personalizado para identificar neoantigenos que se unen con alta afinidad a las proteínas MHC. En su estudio, 13 personas que estaban experimentando tratamiento para el melanoma, los autores seleccionaron hasta diez mutaciones por persona para crear una vacuna basada en ARN que fue adaptada para el tumor de cada individuo. Los autores habían demostrado previamente que tales moléculas de ARN pueden ser absorbidas por las células presentadoras de antígenos.
Si un antígeno unido a MHC es reconocido por un receptor de la célula T (localizado en la superficie celular), ésta puede montar una respuesta contra cualquier célula que contenga tal antígeno. Existen dos tipos de proteínas MHC, y estas presentan antígenos a diferentes tipos de células T. Las proteínas MHC clase I presentan antígenos a linfocitos T citotóxicos CD8+, los cuales expresan la proteína CD8 en su membrana plasmática. Estas células T pueden montar un ataque que mata directamente las células que expresan el antígeno especificado. Las células que no son parte del sistema inmunitario, incluyendo las tumorales, por lo general también tienen MHC clase I en sus superficies.
Las vacunas desarrolladas generaron respuestas de linfocitos CD4+ y CD8+, que probablemente dieron lugar a la activación de células T CD4+, a células presentadoras de antígenos y células T CD8+, así como a interacciones necesarias entre estas células para permitir una acción y memoria linfocítica. Los hallazgos de ambos estudios revelaron que las vacunas aumentaron el número de células T que participan en la respuesta inmunitaria, fenómeno previamente observado contra ciertos neoantigenos, y generaron respuestas de células T contra otros neoantigenos que no se habían observado antes.
Los dos estudios confirman el potencial de este tipo de enfoques, y las mejoras en la predicción neoantigénica probablemente permitirán una identificación aún más eficaz y precisa de neoantígenos para su uso en próximas vacunas terapéuticas. Aunque el número de personas que fueron tratados en estos estudios es pequeño, ambas investigaciones obtuvieron beneficios potenciales. Por ejemplo, después de la vacunación, se observaron menos episodios de recurrencia o migración tumoral a otras partes del cuerpo (metástasis). Sahin y sus colegas notaron que los participantes mostraron una tasa significativamente menor de metástasis después de la vacunación. En los casos en que los tumores persistieron o producían un rebrote, esto podría combatirse eficazmente mediante el tratamiento dirigido a la vía del receptor PD-1 (Figura 1). Por lo tanto, se hacen necesarios estudios controlados y randomizados de fase II que incluyan más participantes para confirmar y establecer la eficacia de estas vacunas en pacientes con cualquier tipo de cáncer que contengan mutaciones suficientes para proporcionar los neoantígenos necesarios para implementar este tipo de terapia.