Dificultades de alimentación en la primera infancia y su relación con las prácticas parentales de alimentación
Resumen
Los objetivos de este estudio fueron describir las prácticas de alimentación de padres que tienen hijos en la primera infancia, así como comparar entre aquellos padres de hijos con y sin dificultades de alimentación (DDA). Participaron 93 padres/madres de entre 20 y 44 años de edad, 33 de los cuales tenían hijos con DDA. Los padres/madres completaron el apartado de alimentación del Cuestionario de Prácticas de Crianza para promover Hábitos de Salud en la primera infancia (PCHS), que evalúa las prácticas responsivas, no responsivas, indulgentes y negligentes; además de ocho preguntas dirigidas a indagar el contexto de alimentación del niño. La mayoría de los padres reportó utilizar prácticas responsivas (monitoreo, establecimiento de límites y modelamiento); sin embargo, en los padres de niños con DDA además destacó el empleo de prácticas no responsivas (e.g., presionar o regañar al niño para que coma), indulgentes (e.g., darle la comida en el lugar que el niño elija) y negligentes (e.g. dejar solo al niño al momento de comer). Los resultados fundamentan que la interacción en las situaciones de alimentación es tan importante como la calidad y cantidad de alimentos que el niño consume, permitiendo visibilizar la problemática de las DDA en la primera infancia.
INTRODUCCIÓN
La alimentación es uno de los principales determinantes de la salud del ser humano, repercute en los diferentes contextos que lo rodean y se relaciona con una vida sana y activa. A nivel internacional se habla de un incremento en el número de casos de desnutrición, sobrepeso y obesidad en niños que se encuentran en la primera infancia (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2014). Específicamente en Colombia, la prevalencia del sobrepeso y la obesidad, así como de los indicadores de desnutrición crónica o retraso en talla han aumentado en los últimos años, según la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional 2010 (Profamilia, Instituto Nacional de Salud, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y Ministerio de la Protección Social, 2011). En el proceso de alimentación influyen múltiples factores, entre los que se encuentran los determinantes siguientes: biológicos, como el hambre y el apetito; determinantes personales, como las preferencias; económicos, como el costo y los ingresos, que afectan el acceso a los alimentos; de disponibilidad, según la región geográfica; y socioculturales, como las tradiciones y los aspectos familiares, que influyen en los patrones de alimentación, las actitudes hacia la comida, las creencias y los conocimientos sobre nutrición, entre otros (Belalcázar y Tobar, 2013). La alimentación se ha convertido en un tema de creciente importancia, donde la nutrición y las prácticas adecuadas de alimentación tienen un papel fundamental sobre el estado de salud (OMS, 2003). Si bien la alimentación constituye una necesidad presente durante todo el ciclo vital, dada su influencia en el desarrollo de capacidades cognitivas y motoras, así como en el desempeño futuro del individuo, los programas de intervención han focalizado su atención en los niños, desde la lactancia hasta la primera infancia, puesto que es en los primeros años de vida cuando empiezan a construirse los patrones alimentarios y a adoptarse conductas que podrán permanecer hasta la edad adulta (Bernal y Camacho, 2010). La alimentación en la primera infancia supone un proceso que implica la participación de dos o más actores (el niño y los adultos que lo acompañan), a partir de la interacción entre quien recibe la comida y quien la ofrece (Chatoor, 2004). Proceso al que está supeditada la ingestión de los diferentes nutrientes que contienen los alimentos que componen la dieta. Por tanto, la nutrición depende del proceso de alimentación y éste –a su vez− de la interacción adecuada a la situación. Los padres tienen a su cargo la responsabilidad de proveer a sus hijos alimentos nutritivos y variados, estructurar los horarios y los tiempos de comida, así como generar un ambiente que facilite la alimentación, y esto especialmente en los primeros años de vida, considerando que la familia constituye el contexto primario de socialización (Vásquez-Garibay y Romero-Velarde, 2008). Sin embargo, dicha responsabilidad puede generar en los padres malestar emocional y dificultades en el vínculo con sus hijos, cuando la situación de alimentación (SDA) no se logra o es tensa. El concepto estilos parentales de alimentación refiere al clima emocional en el que los diferentes tipos de interacciones o comportamientos característicos de la alimentación toman lugar. En tanto que el concepto prácticas parentales de alimentación (PPA) ilustra las estrategias específicas o comportamientos de los padres para facilitar o limitar la ingesta de alimentos. Prácticas que pueden variar de acuerdo a las preocupaciones de los padres frente a la alimentación del niño, o conforme a los estilos de crianza o de alimentación que hayan adoptado (Blissett, 2011). Las PPA, como estrategias conductuales específicas, le permiten al cuidador controlar qué, cuándo o cuánto deben comer los niños. Estas prácticas pueden ser responsivas, no responsivas, indulgentes o negligentes. Las responsivas (también denominadas autoritativas o con autoridad) implican sensibilidad por parte de los padres para identificar las señales de hambre y saciedad de los niños, además de exigir y vigilar que el comportamiento alimentario de estos sea acorde a las reglas establecidas. Las prácticas no responsivas (o autoritarias) se caracterizan por un control excesivo de la SDA por parte de los padres. Las prácticas indulgentes (o permisivas) son aquéllas en las que hay un bajo nivel de control sobre la alimentación por parte de los padres y permisividad frente al comportamiento alimentario del niño. Por último, las prácticas negligentes se caracterizan por un bajo involucramiento de los padres en la SDA del niño (Hurley, Cross y Hughes, 2011; Varela, Duarte, Benavidez y Tenorio, 2013). Dentro de las prácticas responsivas pueden mencionarse el monitoreo o la vigilancia del patrón de ingesta, el establecer límites con niveles de control adecuados, el modelamiento, la disposición de alimentos saludables en el hogar, el reforzar −material y socialmente− los hábitos alimentarios saludables, el promover una gran variedad de experiencias con alimentos y el estimular a comer saludablemente (Anzman, Rollins y Birch, 2010; Arredondo et al., 2006; Domínguez-Vásquez, Olivares y Santos, 2008; Gubbels et al., 2011; Hurley et al., 2011; Patrick, Nicklas, Hughes y Morales, 2005). En las prácticas no responsivas pueden incluirse la presión excesiva para comer (e.g., amenazar, sobornar), el restringir el acceso a ciertos alimentos y el usar la comida como castigo o recompensa. Por su parte, en tanto prácticas indulgentes, el bajo apoyo, exigencia o control de la SDA, así como la disposición de alimentos poco saludables en el hogar. Finalmente, en cuanto a las prácticas negligentes, el no involucrarse en la SDA es la más frecuente (Anzman et al., 2010; Cortés y Avilés, 2011; Fernández, 2010; Gubbels et al., 2011; Hoerr et al., 2009; Hurley et al., 2011; Patrick et al., 2005; Tan y Holub, 2011). Por tanto, las prácticas que los padres o cuidadores realicen para lograr que el niño ingiera los alimentos necesarios influyen poderosamente en su proceso de alimentación, de modo que las dificultades o alteraciones que se presenten en el niño, podrían tener su origen (o ser mantenidas) en la interacción del niño con el cuidador (Chatoor, 2004; Ortiz, 2011). Las dificultades de alimentación (DDA) que se presentan en niños son heterogéneas y pueden incluir una gran variedad de problemas médicos, orales, motores y conductuales (Williams, Field y Seiverling, 2010). Algunos estudios indican que las DDA que aparecen de manera temprana están asociadas con ansiedad, problemas conductuales y trastornos alimentarios en la infancia tardía y la adolescencia, sin embargo existe evidencia contraria (Chatoor y Ganiban, 2003; Hafstad, von Soest y Torgersen, 2013). Dichas dificultades refieren a aquellos problemas que afectan de forma negativa el proceso en el que los padres o los cuidadores le proveen y le facilitan alimento al niño pequeño (Chatoor, 2009; Lucarelli, Cimino, D’Olimpio y Ammaniti, 2013). Kerzner (2009) propone clasificar las DDA más comunes en la primera infancia de la siguiente manera: apetito limitado (que incluye cuatro subtipos: niño normal con percepción errónea de pobre apetito por parte de los cuidadores, niño vigoroso con poco interés por la comida, niño deprimido con poco interés en la comida, y niño con poco apetito causado por enfermedad orgánica), ingesta altamente selectiva, llanto que interfiere con la ingesta y miedo a comer. Respecto a este tipo de DDA se han llevado a cabo pocos estudios en el mundo, y son aún más escasos los que han explorado las PPA en niños que presentan estas dificultades (Taylor, Wernimont, Northstone y Emmett, 2015), siendo ésta una problemática subdiagnosticada. En Colombia no se encuentra reporte de algún estudio sobre el tema. A partir de lo anterior, el presente estudio tuvo como objetivos describir el contexto en el que se presenta la alimentación de los niños, así como describir y comparar las PPA de padres de niños con y sin DDA. Esto con el fin de visibilizar la problemática que representan estas dificultades en la primera infancia, aportando información que permita comprender y prevenir el fenómeno.
Laura Andrea Castaño Tobón, Mariana Molano Vargas, María Teresa Varela Arévalo
Grupo de Investigación Salud y Calidad de Vida, Pontificia Universidad Javeriana, Cali, Colombia
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http://journals.iztacala.unam.mx/index.php/amta/article/view/489