Nuevas implicaciones de los eritrocitos en la respuesta inmunitaria y su influencia en la patogénesis de la covid-19

Introducción

Clásicamente, los eritrocitos al ser células carentes de orgánulos y de información genética, se han considerado como meras bolsas lipídicas conteniendo hemoglobina e implicadas solamente en el transporte de gases por la sangre. Pero, para los inmunólogos son mucho más que células imprescindibles para la respiración, pues existe un gran vínculo entre los componentes del sistema inmunitario y los glóbulos rojos de la sangre. Y que viene de lejos, pues es bien sabido que los eritrocitos, junto con neutrófilos, monocitos, ciertos linfocitos, los podocitos del glomérulo renal y los nervios periféricos, expresan el receptor 1 del complemento (CR1, CD35). Este receptor, además de actuar como inhibidor del complemento y proteger nuestras propias células, es el fundamento de la adherencia inmunológica y la base para la eliminación de patógenos inmovilizados formando inmunocomplejos en su tránsito por el bazo y el hígado. Así, este CR1 es eliminado junto con el inmunocomplejo opsonizado, sin dañar al eritrocito. De hecho, dada la importancia del proceso, sobreexpresiones, polimorfismos u otras alteraciones de CR1 están claramente implicadas en la severidad del lupus eritematoso sistémico. Además, como dato curioso, este CR1 es el responsable de las famosas rosetas de hematíes y que han sido tan importantes para el laboratorio de inmunología y que in vivo sirven para acelerar la destrucción de patógenos por los macrófagos. También ese CR1 es la puerta de entrada del Plasmodium falciparum al eritrocito y, además, contribuye a la patogénesis cerebral de la malaria. El segundo vínculo entre sistema inmunitario y los eritrocitos es por el reciclado de los valiosos componentes citosólicos de los mismos, a saber, el hierro y el grupo hemo. En él participan los macrófagos de la trama retículoendotelial, principalmente los del bazo e hígado. El macrófago fagocita a los hematíes defectuosos, dañados o sencillamente senescentes (la vida media son de 120 días) y facilita que la transferrina lleve al hierro a la médula ósea para hacer viable la eritropoyesis. Así mismo, el metabolismo intracelular de la hemoglobina en el macrófago produce valiosos aminoácidos, pero también, al despojarse el grupo hemo del hierro, una enzima con actividad oxigenasa lo convierte en biliverdina y posteriormente una reductasa la transforma en bilirrubina, que unida a la albúmina llegará al hígado para formar parte de las sales biliares y sus funciones asociadas. Pero, este dogma de la fisiología de considerar a los hematíes como carentes de actividad por si mismos está cambiando pues cada vez se les están atribuyendo nuevas funciones y, como no podía ser de otra forma, se les están atribuyendo otros roles muy importantes en la modulación de la respuesta inmunitaria. Y mucho de este cambio viene de la mano, como no, de la infección por coronavirus. Para que nos hagamos una idea de lo importante que puede ser para el organismo, tengamos en cuenta que los eritrocitos son el tipo de célula más abundante en el cuerpo humano, con un número de entre 20 y 30 billones y que representa casi el 70 u 80% del recuento total de células en el adulto medio.

Una pincelada evolutiva

Para empezar, desde una perspectiva evolutiva la participación de los eritrocitos humanos en la inmunidad innata no debería sorprender, ya que los eritrocitos nucleados de aves, anfibios y peces participan activamente en la respuesta inmunitaria a través de la producción de citocinas, regulación positiva de los genes de respuesta viral y secuestro de patógenos a través de la unión a su superficie o incluso la fagocitosis. Pero es importante destacar que los mamíferos son los únicos vertebrados cuyos eritrocitos están enucleados en su estado maduro. La extrusión del núcleo y otros orgánulos se produce a través de una serie de etapas complejas, que incluyen la condensación de cromatina y la mitofagia. Se cree que la pérdida del núcleo eritroide ha facilitado la adaptación de los mamíferos a una tierra con menores presiones parciales de oxígeno, ya que permitió que los eritrocitos se especializaran aún más para un intercambio de gases eficiente, pues las demandas metabólicas de la endotermia son altísimas. Veamos las consecuencias: la deleción de núcleos y orgánulos en eritrocitos maduros puede haber permitido un aumento de la relación área de membrana y volumen celular, lo que facilita una mayor eficiencia de intercambio de gases; permitió portar una mayor cantidad de hemoglobina dentro de la celular; proporcionó una mayor flexibilidad al eritrocito y una capacidad mejorada para atravesar pequeños capilares. De acuerdo con esta idea, los eritrocitos son comparativamente más grandes en organismos ectotérmicos como peces y reptiles. Debido a que la endotermia surgió por separado en los linajes de aves y mamíferos, tal vez sea de esperar que la acompañen conjuntos alternativos de adaptaciones fisiológicas. Eso sí, esta simplificación estructural hace que las vidas medias de los eritrocitos con núcleo sean entre 4 y 12 veces superiores.

Rafael Sirera Catedrático de Biología Celular, Universitat Politècnica de Valéncia

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